Es africana, fuerte, y ferozmente eficaz. Se llama Rudhibén, y todos parecen admirarla. Defiende como pocos a su pueblo en guerra. Posee la puntería de un adulto tirador profesional, corre a sus diez años como casi lo haría una atleta de élite, y nunca teme jamás a nada ni a nadie.
El bando rival,-es guerra civil-, se preocupa cuando alguien habla de ella y de su audacia. Dicen que es un pequeño monstruo destructor y peligroso, y expondrían mucha energía y hasta dólares para poder darla muerte. "Esa pequeña maldita soldado mocosa del demonio", acaban afirmando sus enemigos más acérrimos. Muchos dicen que solo es una invención de propaganda.
Pero nadie conoce bien del todo a Rudhibén. Pocos pueden imaginar que Rudhibén toma todas las noches que la es posible un papel y un pequeño lápiz, y escribe un breve diario acerca de su auténtica verdad. Y alguien me chiva y filtra lo que la nena Rudhibén pone en tal diario, al cual inmediatamente prende fuego para que nadie lo pueda leer.
Allí sí está la verdad de la pequeña Rudhibén. Y la niña dice que tiene demasiadas ganas de llorar, y que no le gustan ni sus amigos ni sus enemigos, que a sus padres los mataron los suyos para así aprovecharse mejor de su vulnerabilidad, y que se siente una esclava.
Afirma la niña, que lo quiere es que la guerra se vaya a la mierda y poder estar aunque sea con sus tíos, y que sus superiores la obligan a darles placer por coito y felación cuando les viene en gana, y que la humillan y le sacan un cuchillo con el que se entretienen y relamen cuando le repasan toda la superficie de la piel, y que como la pillen escribiendo todo esto la trituran a trozos y se comen los restos.
Rudhibén mira a todos los lados posibles mientras escribe, y hace como que fuma y como si enciende una hoguera para defenderse del frío y de la noche de las incertidumbres y de sus enemigos y de tod@s.
Escribe la niña, que está hasta los mismísimos de todo, y que quiere ser libre y coger una bici e irse a la playa para jugar con unas amigas que por ahora no puede tener. Y chatear, y sentarse en una escuela para aprender verdades y no intereses, y que desea profundamente respirar un oxígeno sincero en un país y rico. ¡En América! ...
Rudhibén señala que se siente una tonta útil matando seres humanos, y que la obligan a ser una soldado, cuando ella sueña en realidad con una muñeca Barbie y quiere ser como su modelo favorita que es Naomí Campbell.
Llora Rudhibén, pero no llora como se hace normalmente. Llora a tics y disimulando, porque nunca puede decir ni permitirse que la puedan mínimamente cazar esbozando un llanto sincero y auténtico. Y lo que preocupa bastante a Rhudibén es que hace ya mucho tiempo que no le sale la sonrisa, y que lo único que pasa es que suelta carcajadotas para que la noten que no es una traidora y que se siente bien, y que la muerte está en todos los segundos del día y en todos los bandos de la brutal contienda. Tiene pánico ...
Dice Rhudibén en uno de sus papelitos que ya son ceniza sin rastro, que teme que la invada la idea del suicidio. Es su último temor. Porque ella es una niña inteligente y tiene dignidad y derechos, y desprecia a su sociedad carvenícola, y no solo sabe si va a poder soportar otra triple penetración de las innumerables orgías sexuales que tienen lugar en su campanento de mierda. ¡Canallas! ...
Rudhibén no tiene clítoris. Pero quiere saber qué es éso de las cópulas, y nada entiende. A veces se sienta sucia y pecadora, ama a Jesús de Nazareth por encima de todas las cosas, y éste le dice que tenga cabeza y que apriete los dientes porque ha de conservar la vida.
Por eso ahora la pequeña soldado no dice nada. Ha acabado la jornada bélica y el abuso, y sigue viva. Y mañana, podrá volver a ponerse en pie. Y quizás algún día unos ángeles del séptimo de caballería la sacarán en helicóptero del infierno.
-RUDHIBÉN TODAVÍA SUEÑA-
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