El "Bárcenas" del Real Madrid. El jefe supremo de todos los odios y de todas las pasiones. Sí. Afirman influyentes periodistas deportivos, que Florentino y Mou han pactado el final de la aventura. El fútbol, reflexiona.
El Madrid y Mourinho. ¿Cómo fue que se enamoraron, si es que es que alguna vez lo hicieron? Seguramente, las urgencias históricas. El Real, llevaba demasiado tiempo sin ganar nada. Sin ganarle al mítico Barcelona del Súper Pep Guardiola. ¿Qué antídoto sería el más adecuado para parar la máquina azulgrana de matar?, ¿a quién fichar o designar? ...
El Madrid era y es finura, y sobre todo, magnitud. Siempre magnitud. Florentino empató las cosas y trató de suavizar el enorme protagonismo del carismático portugués. El filósofo y estetista Jorge Valdano, acompañaría a los bruscos tics del entrenador de Portugal.
Pero Madrid es más que una caldera de pasión. Solo unía el rival. Parar al Barça imposible. Y José Mourinho tiene de todo menos paciencia. Jorge y José se separaron. O el uno, o el otro. Y, mientras tanto, el Barça guardiolista seguía maravillando al mundo del fútbol, y lanzando el recuerdo de la nostalgia hacia aquel gran Santos de Pelé o a la mítica canarinha de los setenta. ¡Menuda magia! ...
Mou no es el fútbol de placer y relax. No. Mou es una máquina de hacer números en una pizarra de activos y de resultados. Nunca le iba a interesar el gran jugador.No especialmente. Lo que siempre busca Mourinho es sorprenderte para llevarse el gato al agua y así poder divertirse. Su gran momento de decepción y quizás su final, se coció en el momento en el que osó meterle el dedo en el ojo al substituto de Guardiola, el actual entrenador Tito Vilanova. España, se turbó.
Mourinho ha ganado la Liga con el Madrid, y quiere irse por la puerta inolvidable ganando la décima Copa de Europa blanca. Como entrenador, lo ha hecho bien. A ese estilo que no gusta nada, pero coherente siempre con sus filias e ideas. A correr, a presionar, a entorpecer al rival, a no estarse quietos, y a machacar arriba. Ganar y ganar ...
Siempre recordaremos el portento físico de un equipo de fondo y de músculo. Once gladiadores que nunca se cansaban de apretar. Poco o nada de elaboración de juego, de tacones, caños, fintas o malabares. Puñetazos y goles. Fuerza y potencia. Ferrari y rayos letales. El romanticismo nunca puede existir en las cosas de Mou. ¿Qué hace David Silva en Inglaterra? El luso, es así.
El protagonismo ensució toda su relación con el periodismo. Aunque muchos forofos le admiran en el fondo, nadie puede decir que el portugués tenga que ser embajador diplomático de nada. Su orgullo es letal, altanero, de osadía, tiránico, distante, y con esa mueca de desprecio que quiere decir que a él no le tose nadie porque él es grande y nadie le ha regalado nada, y que nadie le pregunte cosas penetrantes que sacará el sutil pero letal veneno. ¡Al tiempo! ...
Mou ha sido el gran César de la casa merengue. El dictador de vestir elegante y de negro. El ganador traicionero escondido estratégicamente en un rincón. El hombre de los gestos y de los saltos. El grande. Il divo. El intocable, el tocahuevos, el incapaz de otorgar la más mínima dulzura o concesión. Victimista.
José Mourinho ha marcado un tiempo intenso y excitante en el Real Madrid. Ha sido el cabrón más admirado de la historia del fútbol español, y el tipo más enigmático y extraño que el periodismo de nivel ha conocido. Un hombre duro y lleno de pliegues demoledores e inesperados. Un gran jornalero del éxito. Que tiemble su sucesor. Su Olimpo personal lo recordará la nostalgia.
-A MÍ, NO ME GUSTA-
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