domingo, 11 de septiembre de 2011

- SHALOM Y YO -



Mi amigo senderista Salvador Shalom, -cuya foto podéis ver-, acaba de fallecer. Y, confieso que su fallecimiento en plena juventud, dado que es muy posible que no haya llegado siquiera a los cincuenta años de edad, me tiene realmente entristecido y un tanto perplejo.
Ya sé. Sí. Es cierto que llevaba algunos años en lid contra el cáncer. Todo lo que queráis. Pero, es que Shalom, era alguien realmente especial. Distinto.
Para empezar, era realmente del Grupo Senderista El Botánico de Valencia. Era, de los fijos y de los nuestros. Venía a la montaña casi todos los domingos, y a veces desde su pueblo natal L´Alcúdia. Le gustaba estar con nosotras y nosotros, cuando por aquel entonces, nuestro grupo todavía no era la cosa desdibujada que es hoy. Cuando los tiempos de Rogelio o Salva. Cuando la explanada de la calle de Quart, se llenaba, además de alegría,    de     cercanía   auténtica. Cuando todo era más piel desnuda.
Sí. Shalom era un tipo especial. Fuerte como un roble, desgarbado y largirucho, con ojos claros y cada menos menos pelo. Shalom vestía de modo un tanto estrafalario, y hablaba siempre en su lengua cuna, que era el valenciano. Pero no era un fanático de nada.
Shalom era excéntrico, inteligente, irónico, extravagante, educado, tímido, pasota, humilde, discreto, y tremendamente valenciano. Conservaba su apellido,-supongo que judío sefardí español-, y además le gustaba que le llamaran Shalom, y no tanto Salvador, que era   su  nombre de pila.
Pronto simpatizamos, y debido a nuestra forma de ser peculiar y distinta,       allá      que  empezábamos a hablar de las cosas más surrealistas e imposibles. Recuerdo un día la cara de asombro de unas senderistas nuevas en el grupo, las cuales nos miraban con ojos como platos al escucharnos a Shalom y a mí, que estábamos pergeñando un banco      para      robar   con garantías a los pobres y darle la pasta a los ricos. O, quedándonos el dinero nosotros dos, o cosa similar ...
Recuerdo, que tenía la costumbre de subirse a los árboles del camino y mirar a través de las oquedades que se formaban en algunos troncos. Aquéllo, parecía encantarle. Cosas    de  Shalom.
Siempre recordaré de él, que nunca en años tuvo ningún roce con nadie en el grupo. Prefería darles la razón y pasar de los bobos o tocahuevos. Shalom era listo y práctico, amaba    la   montaña y las chavalas, se merecía mucha mejor fortuna, pero a veces la adversidad se pone Reina y es letal.
El amigo Shalom ya no está aquí, pero siempre quedará conmigo su aceptación, su respeto, su sentido descacharrante del humor, y su practicidad. Sí. Shalom era de pueblo.     Bien    valenciano, y hasta la médula. Poseía el temple y la sabiduría de quien ha visto de niño la tierra y las raíces. De quien supo salir al mundo de la capital, y nunca acomplejarse por lo que opinaran de él los unos o los otros. Te lloro ahora, amigo Shalom, pero ya seguiré pronto tu ejemplo vital.
-PORQUE TÚ ERAS ALEGRÍA-

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