lunes, 6 de septiembre de 2010

- DESPEINADAS -

Cuando esta tarde me he asomado como hago siempre que puedo y quiero a mi balcón, lo primero que me ha venido a la cabeza al contemplar las plantas que allí permanecen, es la palabra: "despeinadas".
Las plantas de mi balcón me están pidiendo una atención que precisan. Por razones que no vienen ahora al caso, he reducido las últimas semanas mi estancia en mi casa, y mis plantas lo acusan.
Y éso, que las he protegido durante todo el verano con una persiana, del ataque potente y directo de los rayos de sol sobre ellas, cosa que hubiese seguramente significado en mi Valencia semiafricana y estival, su muerte segura.
Las he regado casi todos los días, durante las jornadas de un verano que aunque no lo parezca, ya va llegando a su fin. Sí. Han tenido toda el agua que han querido, y esto las ha mantenido vivas. Como la protección de la persiana. Y permanecen vivas. Han logrado resistir el durísimo estío, sin secarse. Son buenas y fuertes las plantas de mi balcón. A las pruebas me remito.
Yo, comprendo bien a mis plantas. Ahora que las he notado "despeinadas", me he dado cuenta de que ahora me piden más cosas que el darles de beber. Sí. Veréis.
Ya cerca del Otoño, mis casi esotéricas y vitales plantas, lo que me piden es el afecto. Quieren que las toque, que las explore, que les dedique unos días de cuidados intensos, y hasta que las bese.
Mis plantas quieren que corte los tallos que han crecido en exceso, que les ponga clavos para una renovada vitalidad, que las mueva, que las acaricie, que las nivele, que extraiga y deseche las hojas que solo estorban y que no hacen sino desviar el tronco central hacia los lados, y que las iguale en tamaño y equilibrio.
Preciosa metáfora. Yo, soy mis plantas. Y esta vez, me piden presencia activa, que remueva la tierra y la oxigene, que vea el color de las hojas, que les ponga un amor que hace tiempo dejé de ponerlas, y que les ofrezca novedad y vida. Que rompa la rutina de la distancia.
Ciclo de vida de mi balcón. Mis plantas desean ser repasadas por mis manos, que les coloque mi fonendoscopio de mi corazón afectuoso para ellas, y un chequeo de cariño.
Sí. Mis plantas están igual de vivas que yo. Ya no hace falta solo que muestren presencia, sino que muten y que circulen en la órbita ineludible de un renovado ciclo de amor.
-MI BALCÓN Y YO-

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