Mi casa. Mi yo. Mis convicciones. Mi realidad. Mis sueños. El tiempo que nunca se detiene, la vida que sigue, los caminos, los senderos, las complejidades, las durezas, las bifurcaciones, y alguna que otra traviesa nostalgia.
Mi vida, ha cambiado. Porque yo he cambiado y porque todas las cosas mutan y se modifican. Mi noticia soy yo. Mi casa. Todo un reto por conquistar. El dinero escaso. La organización de mi vida. Los cuidados de mi madre en la casa de mi hermano. Las dos casas. La sensación del menos tiempo, o el estar a caballo entre dos lares en el fondo no tan antitéticos.
Hoy me ha costado volver a mí. En mí. A mi casa. A mi presente que será futuro. Una pereza menor y a la vez potente. No valoro todavía esta vieja y a la vez maravillosa y viejota casa cuna mía. En la cual, seré yo. Y lo más importante de mis pensamientos y de mis decisiones deberá partir de este punto, desde esta referencia de salida, a través de esta apuesta personal; desde mi casa y yo.
Ni un minuto que perder. Hoy pensaba en esta mañana, y ya es la tarde. O evocaba este extremo verano valenciano, y en realidad todo se dirige rumbo a otros sucederes venideros y dinámicos.
Estoy en mi rubicón de la inexperiencia y de la inhabitualidad. Aterrizo en un paradigma de verdadera responsabilidad. Casi todo el mundo lo ha hecho más pronto que tarde. Y yo he tenido una suerte que todavía no atisbo a valorar. He salido a mi superficie, y a tomar conciencia del resultado de mis decisiones. He mandado los paraguas protectores a la ira rebelde del absurdo. Solo he de ser yo. Siempre, yo ...
Tengo, lo que tengo. Con realismo claro. Sin fantasías fofas e intrascendentes. He sido valeroso y he decidido que otros no van a regir mi destino. Que, ya estaba bien. Que ahora ya me toca a mí dar mis primeros pasos y escribir más certeramente toda la historia que corresponde a mi íntimo patrimonio personal.
Siempre he luchado por ésto. Aunque no lo sabía bien del todo, iba luchando y porfiando por abrirme camino entre unas puñeteras ramas que no me dejaban avanzar ni soñar.
Sé que puedo. Voy intuyendo que podré. Sé que lo haré. Sé que lo estoy haciendo, que me coge llanto cuando veo las dudas, o que me entra el desánimo ante ciertas contrariedades con las que no contaba. Pero hasta ese toparme tiene que ser alegre. Porque mis pasos han de transitar por miles de registros. Y en ese camino deberé respirar contenciones, pero también soltar las ganas y disfrutar todo lo que pueda.
Vivir. No es fácil. Lo que pasa es que no hay opciones. No hay elección. Las cosas de mi vida, serán. Y ese serán, no quiere decir que estarán hechas o marcadas a la carta o al deseo. Serán. Sí. Estarán, están, van a estar, voy a estar en ellas, estoy en ellas, seguiré estando en ellas ...
No es una aventura fugaz o una vanidad triunfalista. No. Es una realidad. Mi casa es maravillosa porque es mía y para mi disfrute. Porque tengo el derecho de cantarla y de llorarla como me plazca. Porque en mí y en mi casa se desarrollará mi personalidad, y mi característica, y crecerá mi identidad, y seré como yo desee ser, y quien me acepte tendrá mi estima, y quien me rechace recibirá mi necesaria indiferencia.
Es mi yo. Mi ser. Mi individualidad y mi mismidad. Mi responsabilidad, mis pasos, mi paciencia, mi inteligencia, mi ritmo y hasta mi magia. Mi concreción.
-Y MI OBLIGACIÓN-
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