Mis descubrires de la cotidianeidad tienen naturalmente la necesaria lectura positiva. Os contaré mi modesta anécdota acerca de una vieja lavadora que adquirí hace escasos meses pensando básicamente en ser coherente con mi escasa capacidad económica. Sin reparar en algunas consecuencias.
Por ejemplo, que si a esta lavadora no le meto una gran carga de piezas de ropa, puede ocurrirme que no escurra el agua, y tenga que buscar trucos de emergencia para que aparezca el secado. Y este último proceso dilata todavía más el ya de por sí muchísimo tiempo que tarda este electrodoméstico en terminar de lavar.
Como en la casa de mi hermano hay una lavadora actual y moderna, me he liado todavía más. Porque allí pongo tres piezas, o dieciséis, y lava de la misma manera y con celeridad y eficacia.
Al abrir esta tarde dicha vieja lavadora, he encontrado que estaba todo el interior lleno de agua. ¿Qué leches pasaba ahora?, ¿se habría estropeado?, ¿no habría yo programado bien el aparato? ...
He llamado a la chica que me hace la casa un día a la semana. Y siempre me extrañó que Rosa,-que así se llama la mujer-, me planteara ha tiempo la adquisición de un cara lavadora de las actuales.
Yo le dije a Rosa, que no. Que yo no me gastaba ese dinero porque no lo tengo. Y así quedó la cosa. Porque si yo hubiese sabido las limitaciones al tiempo y a la libertad que ha supuesto comprarme la lavadora anticuada, seguramente que hubiese hecho un sacrificio y un esfuerzo económicos. Hubiera valido la pena.
Esta lavadora me obliga a llenarla del todo o casi, y no puedo lavar prendas sueltas o la puedo estropear o no secarme las piezas. Y en medio de la contrariedad, me ha llegado la sonrisa.
Porque de esta manera he logrado acercarme más a mi tiempo y a mi realidad. A partir de ahora, el tema de la lavadora podrá fastidiarme, pero ya nunca más será sorpresa. Ahora ya no habrá excusas. Esto me obligará a planificarme y organizarme mejor, a tener más cuidado con la organización de la suciedad y del valor de las lavadoras, y tendré una mayor implicación en el medio de mi responsabilidad.
Sí. Esto de la antigua lavadora me acerca más a mí y me abre más los ojos de mi aterrizaje en mí mismo. Casi que me alegro que haya sido un aparente pardillo. Que no lo soy. Me alegra saber que voy paulatinamente y sin demoras descubriendo lo que mejor es para mí.
En medio de este desierto mío y de mis vicisitudes, siento que a través de la anécdota de la lavadora puedo protegerme más y mejor. Y seguir aprendiendo a elegir, y no distraerme o frivolizar ante las cosas prioritarias y necesarias. Y este empujón a mi inopia, me ayuda y me hace caminar con la confianza de que voy por un sendero más que adecuado. Que labro y siembro de consistencia mi porvenir y futuro.
Nunca importa la inexperiencia y el atrás. Lo que importa es descubrir el crecer de las plantas y el decrecer de los anacronismos. Tomar mucha más conciencia de mí y de mis cosas. Reconocerlas, padecerlas, vivirlas, reiniciarlas, y asumir con paciencia y serenidad los errores cometidos.
Por eso agradezco a esta lavadora tardona y extraña las inquietudes de esta tarde. Ha sido un pequeño libro abierto en mí. Me ha enseñado mucho. Y ahora ya la odio menos porque la comprendo. Da igual que los que tienen dinero tengan una superlavadora fetén. Eso me es indiferente. Lo que es y está en mí, es la idea de adaptarme a mis circunstancias y a mis activos. Esa asunción de mi mundo y de mi verdadera accesibilidad hacia mis auténticos y modestos recursos me llena de gozo verdadero.
-PORQUE TAMBIÉN ME ASUMO MÁS A MÍ-
0 comentarios:
Publicar un comentario