Mes. Un mes de vacaciones para respirar. Cosa de la OMS. De la organización mundial de la salud. A finales de Julio ya no podía más. Bendito Agosto. Tenía treinta y un días solo para mí. Eso atufaba a libertad personal.
Sí. Agosto. La gran escapada. Estaba hasta el gorro de la cotidianeidad esa. De las obligaciones y hasta de las consecuencias. Estaba identificado, controlado por Hacienda, a la vista de los de siempre, los mismos ruídos, las mismas hipocresías, los habituales dando por saco con sus impertinencias y con sus mediocres obviedades. Demasiada energía desperdigada para nada. Demasiado humorista anual.
Me corté el pelo al cero, cambié todo mi vestir, aborrecí lo ya conocido y me casé con el mes de Agosto que significa salvación. El oxígeno, el olivo y la paz. Apagué la televisión y secuestré al reloj despertador. Tiré de hucha y me lancé en manos del excitante despilfarro. Destino, donde me diera la gana. Localidades, ni idea que ya improvisaría por mi cuenta. Objetivo, pasármelo diferente. Lugar, una lejana anécdota geográfica. La pulsión prioritaria era desaparecer del mapa. Y esa utopía la trabajé bien. He desaparecido realmente. He sido yo. Mucho yo. No se puede saber lo que he hecho. Si se supiera, no tendría la más mínima credibilidad.
Un revolucionario total. Rebozándome casi en el rollo sórdido. Abordando gentes y lugares que aparentemente no me gustan y debo despreciar. Pero Agosto es diferente y una magia. Ahí, en el medio de esos maravillosos días desbocados, puedes hacer mucha antirrepresión. Desquitarte y vivir. Experienciar y romper tabúes. Ser aventurero y loco, imprevisible, y hasta golfo y cabronazo. Hortera, frikie planificado, facilón, concededor de caprichos, y hasta efebo de señoras mistéricas e impresionantes.
El amor y el calor en Agosto. Viene a ser lo mismo. Sudas paz y tienes sofocos y agarradas de placer. Todo ha cambiado. Ha sido mi carnaval preferido, un animal encabritado y bello, un tiempo sin llaves y libertino, y he sido cura y monaguillo, y drag queen, y atleta de balconing, y he sumado mujeres y rolletes, experiencias que nunca sabrás, y he viajado por oquedades, y me he perdido por los senderos aposta, y he hecho vivac en casa de una mujer joven del Este de mi corazón. Mágica, llamemos Svetlana. Todo especial. Sempiterna.
Me alegro para que se joda el Septiembre. Mes inferior. Septiembre es una mierda menor al lado del Agosto de mi vacación y de mi amor. Septiembre tiene olor a trabajo y a rollo, y es el mes en donde a los trabajadores precarios les explotan en las vendimias. Ese sudor ya huele mal porque sabe a conocido y a poco desconcertante.
En mi aterrizaje suave y a la vez firme sobre el Septiembre, tengo mi recuerdo potente y antivirus de esa vacación que me salva y hasta me cura. Y cuando veo al planeta Tierra de nuevo y sin remedio, me guardo intacta la idea íntima y nuclear. Aunque sea irremediablmente puteado por el capitalismo corruptor, siempre me queda el frasco de colonia que nadie ha podido sustraerme. Nunca olvidaré mi Agosto privado. No se puede.
Odio el Septiembre pero con una prudente y necesaria distancia. Me lo he pasado tan bien que soy indiferente con el año laboral que llega. Le miro distante y por encima del hombro. Lo soportaré y lo aguantaré. Volveré a portarme bien, y a ser previsible, y a que se sepa lo que hago y a lo que me dedico, y seré visible, y sí a lo que se me diga, y a mandar, y todo lo que sea y vale y bien. Adiós y mil gracias, oxígeno de Agosto.
-I LOVE YOU-
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