Recuerdo a Luís. Cuando yo acompañaba a mi madre al Mercado Central de mi Valencia, siempre le encontraba en una de las calles adyacentes a dicho emblemático y singular lugar, el cual os aconsejo hasta encarecidamente que visitéis si os es posible.
Luís. El bueno de Luís quería mucho a mi madre. Y mi madre hablaba con él. Era un chico veinteañero y echado para adelante, pero que siempre nos venía a nosotros dos con todo el respeto. Su familia, no existía. Vivía junto con su hermano en un colegio de curas, cuya generosidad le servía de supervivencia.
Luís era de un pueblo de Albacete, y estaba mejor de salud mental que su hermano al cual se le notaban bastante los efectos sedantes de sus psicofármacos. Luís era una buena persona. Por eso mi madre le aceptaba y hasta le daba consejos. Yo siempre intuí que lo que pasaba entre otras cosas a Luís era que en mi madre veía en realidad a la suya y le evocaba tiempos de presencia y de protección.
Mas el tiempo nunca se detiene. Luís se hizo más y más mayor. Les echaron a los dos hermanos del colegio de los curas, y les habilitaron en diferentes lugares de acogida. Parcheos.
Pero Luís es un rebelde. Un inconformista y hasta ambicioso. Quería más. Era un maravilloso paleto que se resistía a quedarse atrás de los demás, a pesar de sus evidentes dificultades para encarar el mundo con la necesaria realidad y puntería.
Se sentía Luís joven y fuerte. Y fumaba como un carretero que busca apartar de él su tremenda ansiedad. No lograba salir de su eterna adolescencia, se enfadó, y decidió entonces echarle toda la culpa a los demás.
Tuvo brotes psicóticos, y se puso delgado, y sus facciones se endurecieron, y hasta casi daba miedo mirarle. No era él. Se había dejado atrás su ternura adolescente. Y ya casi nunca apenas coincidía adrede con mi madre y conmigo. No quería demostrar aprecio a quienes realmente se lo tenía. Iba de duro y de follonero. Necesitaba hacerse ruído ...
Tuvo un rollete con una mujer. Y la hizo malos tratos, y un día se pegó con gente, y otro se fue a su aldea albaceteña y le dio por hacer añicos la casa de sus padres. Y hacía demasiado tiempo que había decidido que no se tomaría más la pastilla contra su esquizofrenia. Y entonces no fue más al médico y perdió su pequeña pensión de incapacidad. Enloqueció más.
Y fue a parar a la cárcel, y le marcó todo porque era sensible como un pollito, y en el fondo tiene un bello corazón herido y extraviado.
Hacía mucho tiempo que no sabía nada de Luís. Hasta que el otro día vi a su hermano en una de las calles cercanas mientras yo iba a hacer unas compras.
Me decidí y le pregunté que cómo estaba Luís y si él era hermano del chico. Dicho hermano tuvo buen discurso. Está en buenas manos. A pesar de su enfermedad, me causó muy buena impresión. Y finalmente me dijo con una tierna sonrisa:
- "Luís, sí, es mi hermano. Lo que pasa es que anda descontrolado. Hace tiempo que no le veo. Pero no va bien y ..."
Y me sonreía con amabilidad. Parece que evidentemente Luís acabará mal si no media un milagro. Por eso prefiero evocar aquellos encuentros conmigo y con mi madre camino siempre de nuestro Mercado Central.
-SE HACE MUY POCO POR LA SALUD MENTAL-
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