jueves, 10 de diciembre de 2020

- ENTRAÑABLE CARLOS -



Rubicundo, sencillo, práctico, individualista, de decisiones rápidas, y con un gran capote con el que sortea admirablemente los obstáculos que a su vida acaecen y detienen.

Carlos se refugia en su talante y en su capacidad de sufrimiento para no perder los papeles y tirarlo todo a la mierda. Y su aliada es la alegría. Porque a Carlos le agrada fundamentalmente la fiesta y el placer de que no le limiten y de que le dejen en paz.

Bajito, poquita cosa, generoso y agradecido. Pronto cumplirá los setenta y siete años. Y en la cabeza lleva la idea y el anarquismo libertario de su albedrío. No quiere vacunarse nunca de la gripe, parece evidente que padece una más que potente adicción a las máquinas tragaperras, y quien le conoce bien acaba tomándole cariño.

Humilde, de pueblo, tiene fama de tacaño cuando yo le veo generoso; dicen que es muy raro y muy imposible.

Se certifica que fue un excelente y habilidoso trabajador. En concreto, mecánico de coches. Le fichó una fábrica alemana y le ha quedado finalmente una más que envidiable pensión.

La madre del cordero se llama un ictus que tuvo a los treinta y nueve años de edad. Y las secuelas que le quedaron cuando sufrió el durísimo ataque. No puede hablar, tiene paralizada mucha parte del lado izquierdo de su cuerpo, y cada vez más anda torpemente apoyado en su bastón. Debería ir pasándose a la silla de ruedas antes de que se desequilibre, tropiece y se caiga al suelo.

Su mujer, no aceptó lo sucedido. Y, le dejó. Le dejó con tres hijos. Dos varones y una chica. A su hija, Carlos la adora, como a su hermana, aunque siempre están riñendo y discutiendo porque discrepan mucho. No traga a sus dos hijos homos, y no quiere que se hable de ellos demasiado. A menos que haya música de buen rollo. Siempre debe haber música y complicidad alegre. Si no es así, Carlos toma su rumbo y se larga.

¿Carlos quiere un amor? En el fondo, por supuesto. En la realidad, es más que escéptico. Y como vivo que es y está, es capaz de delegar sus cosas o parte de ellas en quien le dé una sorpresa erótica o dulzona.

No cree, Carlos, en que una mujer pueda venirle en el tú a tú. Quizás porque en el fondo, el bueno de Carlos se niega a ser dependiente y serio, y prefiere que algunos amiguetes le pongan en contacto con chicas que le hagan compañía. Y que sean bien guapas, que accedan a su sexualidad, que le hagan compañía, la comida, y lo que le haga falta. Que se queden a comer en la planta baja en donde él vive, que es en un pequeño pueblo pegado a la gran capital valenciana.

Carlos es bueno jugando al dominó. Astuto. Ingenioso. Sus últimas fichas siempre llevan muy poca cantidad de puntos. Sabe guardarse con éxito sus estrategias. Y en la mesa del dominó citado y cuando empieza la partida, Carlos se toma su tiempo para ver sus fichas e iniciar el juego. Y a partir de ahí, comienza todo.

A Carlos le gusta tanto la fiesta, que aunque no pueda hablar, suele emitir unos sonidos con los que canturrea canciones de alegría. Le encanta reír. Pero reír en su justo contexto. Porque cuando acaba la fiesta, sabe parar. Sabe madurar cuando quiere, porque es tremendamente humano.

Sí. Carlos cada vez lo tiene más difícil. Porque las mujeres de hoy ya no son las que él sueña en su deseosa imaginación y profundo deseo. Las mujeres contratadas se entrevistan con él, si tienen muchísimos problemas económicos prueban a ver qué pasa durante un tiempo, pero al final todo acaba mal y se pelean y alejan. Todo es previsible porque solo es el sueño desesperado del bueno de Carlos.

Carlos es hombre de pocas palabras. Pero mientras siga vivo nunca perderá su sonrisa y su obligación de reírse y de ver descojonarse a los demás a su alrededor. Y cuando llega esa santa magia de la alegría a su vera, entonces Carlos se viene arriba y es capaz hasta de ponerse a bailar aunque sea con su quebradizo bastón.

Carlos hubiese sido un máquina si el ictus no le hubiera importunado su estabilidad general. Si la salud le hubiese respetado, Carlos hubiese sido más formal, más serio, e igualmente alegre y desenfadado. Y hasta raro para quien no le conoce.

-CARLOS ES UN TRAVIESO EJEMPLO DE ACEPTACIÓN-
 

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