miércoles, 14 de octubre de 2020

- OJOS MISTERIOSOS -



No me veo capaz de identificar el significado de la mirada de ella por ahora. Prefiero recordar y describir un día maravilloso disfrutando de su gran belleza por la orilla del mar y al lado de un coqueto y hermoso embarcadero.

Sí. A veces, juzgar y descifrar es un quimera. Vera es hermosísima y parece tener afirmación positiva en las ideas, más que resultado totalmente definitivo en sus respuestas actuativas vitales.

Me contó y verbalizó generosamente muchas cosas de ella. Porque no fue un paseo de novios o de follamigos, o de superficial conversación. Hubo contacto inicial, educación adulta y conveniente, mascarillas mutuas, unos pechos generosos que Vera me confió que eran genética de su tierra eslava, y dos modos bien distintos de contarnos las vidas.

Vera me relató sus vivencias. Los impedimentos que atacan a las mujeres de su país. Su ambición y orgullo no desaparecerán jamás. Me desnudó que fue demasiado sumisa, y en su dura mirada que a pesar de sus bellísimos ojos puede dar escalofríos, me confesó que se dejó llevar demasiado y que más pronto o más tarde llegaría la hora de ser ella misma.

Su ex, aún la quiere y le pide que vuelva. Pero si Vera le hubiera planteado el divorcio estando en su tierra natal y a su merced, su vida y su integridad hubiesen corrido más que serio peligro.

Por eso lo abandonó todo en su vida holgada y con lo material colmado. Y, se fue. Y dejó a sus hijos allí en su tierra. Y se vino a España. Y trató y trata de laborarse un porvenir. ¿Una mala madre? ... Vera me confiesa que le costó mucho a sí misma quererse y aceptarse. Y en cuanto pudo, les regaló a sus dos hijas un par de meses de vacaciones aquí. Y otro mes les visitaba yendo a su país y a espaldas de su ex.

¿Quiere Vera todavía a su ex? No. Ella me dice que no ha de querer a quien no le dejó ser una mujer libre y feliz. Y que no le va a dar la más mínima oportunidad de un reencuentro de acercamiento.

Una vez en España, me dice Vera que conoció a un señor, el cual le hablaba constantemente de su ex mujer, y la invitaba incluso a comer con ella. Vera se sintió casi integrante de un extraño trío y de una imposible relación. El hombre español y Vera se detenían casi sin querer en una sola cosa. En la nostalgia de sus respectivos fracasos iniciales de pareja. Por eso se compartían y reían mutuamente. Hasta que Vera siguió creciendo y ambicionando libertad. Le dijo a su chico español que había que elegir. Y, se fue de su lado.

No es que Vera sea selectiva. Es que me confiesa que tiene que serlo. Porque esto son dos días mal contados, y que lo más importante y bonito que existe es el disfrute libre y gozoso de su tiempo de mujer. Que, todo lo demás, es bien secundario.

Vera tomó su coche y disfrutó al volante. Me llevó a una tienda y compró un botecito de pintura para adecentar su balcón desdibujado por el roce de una potente madera. Sí. Vera ama el viaje y la vida. Y todo su trabajo en la academia de estética en la que trabaja como una esclava, y cuyos méritos no son reconocidos suficientemente por su jefa. Y si no llega a acuerdos económicos con ella, la dejará y se montará su otra academia por su cuenta. Y entonces, su jefa lo lamentará.

Con su bella magia pícara, Vera saca una sonrisa tan hermosa que me desarma, y seduce a los hombres como nadie. Y suelta aforismos y más autoafirmaciones, pero no le gusta,-aunque me diga todo lo contrario-, hablar de sus más íntimos sentires.

Lo niego, sí. Y me dice que nuestro encuentro fue hermoso por la cercanía. Pero yo insisto en que su mirada es para mí un misterio y puede que contradictorio. Porque sabe construir un personaje con en el que en el fondo no logro empatizar. Todo lo demás es siempre en ella belleza eslava. Y educación y respeto, y vivir. Porque Vera combate el dolor con el movimiento vital de su labor cotidiana.

¿QUIÉN SERÁ VERA? ...
 

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