sábado, 3 de octubre de 2020

- LA SEÑORA TORRES -



Los demás son malos. Mucho. Ella, no lo es. La señora Torres. De Sabadell. Guapa se dice ella a sí misma que es, cuando se mira de continuo en el espejo. Sí. Guapa se ve, y guapa siempre se dirá. Y te dirá que ella tiene el cabello brillante, hermoso y aderezado.

Porque la señora Torres es coqueta. Y exigente, y ambiciosa y especial. Y eso que de niña tuvo polio, y comenzó a cojear. No importaba. Ella se lo sabía todo. Hasta fingir que no cojeaba, e incluso dar saltos. Y triunfar entre los chicos. Y romper las discotecas hasta la madrugada y ser precoz en todo ...

Hasta que le llegó la maldita hora en la que se casó con su ya ex marido. Y allí, ese maldito baboso la hizo de todas las perrerías y trató de anularla. Y cuando ella se ponía un vestido corto, su ex machista y cabrón le daba un revés y ella iba contra las paredes. Pero, a continuación, se ponía orgullosa y seguía maquillada caminando hacia adelante.

¿Su poliomielitis? Eso, no era ni de importar. Porque para eso ya han de estar los otros. Y por eso se puso seca con el mundo. Y hasta rígida e intolerante. Su no andar bien, le lleva a la ansiedad de la compensación de la belleza y del placer. El placer es hermoso, es una vía de escape, es la vida que está ahí para algo; es muy todo.

La señora Torres trató de reencauzar su vida y su orgullo. Pactó a las buenas con su todavía entonces marido, la conveniencia y posibilidad de tener y parir un hijo. Un poco de felicidad. Y su ex, seguía cogiendo la botella de cerveza y no digamos la del vino. Y ella se puso en extremo severa y selectiva. Muy selectiva. Del todo selectiva.

Y un día de nervios, tropezó y se hizo más daño todavía. Su ex le pidió el divorcio, y funcionó. Aparentemente, porque fue un engaño. El baboso de su ex no estaba dispuesto a dejarla en paz así como así. Necesitaba sexo y humillarla más. Imparablemente. Y a la señora Torres le gustan mucho los caramelos dulces. Porque aunque se diga que no, la vida no es un valle de lágrimas, sino por todo lo contrario un potentísimo caramelo bien dulce y sabroso. Y de Disney. Y de nivel y calidad.

Hace dos años, que la señora Torres está postrada en una cama sin movilidad apenas. Y para poder sentarse en una silla un rato, precisa de la fuerza de dos personas que la saquen de ahí.

¿Los amigos y las amigas de la señora Torres? Bueno, a veces ser selectiva y estar herida te lleva a fuertes soledades y a apegos insustituibles. Ella mereció y merece un pasado, un presente y un futuro bien mejores. Lo demás, no interesa en absoluto a la señora Torres. De modo que no le digan la verdad, y mucho menos que no le metan el dedo en el ojo porque no puede con eso. Y si insisten, ella que se va. Los amigos y las amigas de la señora Torres, también representan la realidad palpable e inmediata de la que ella huye.

Ahora, la señora Torres anda en guerra judicial. Ya se cansado. Porque su único hijo la insulta continuamente. Y ése, no ha trabajado ni estudiado en su vida. Y va y su baboso ex y ese maldito hijo, le dieron el otro día el gran susto. Porque su hijo se enfadó y entró a la habitación a por ella. La pegó. Su hijo, la pegó. Hubo algo más que escoriaciones. Llegó la Policía. Su hijo ha sido alejado por orden judicial. Pero puede volver en cualquier momento que se le acabe el alejamiento. Y su baboso ex, sigue entrando en la casa. Entre los dos se habían querido deshacer de ella metiéndola en una residencia a los sesenta y nueve años. Hará uno.

Y la señora Torres notó olor a orín en dicha residencia, y unas comidas horrorosas, y unas chicas que la pegaban, y unos residentes muy demasiado deteriorados. Aquello fue el infierno. La señora Torres logró escapar de allí gracias a unos amiguetes que la tuvieron piedad. Donde vive ahora es en su casa alquilada. Y nadie puede obligarla a estar en donde no lo desea. ¡Adiós, residencia! Mientras ella pueda seguir siendo ella.

Le han robado el duplicado de las llaves de su casa. Empezando por el baboso de su ex. Éste, hace lo que le da la gana. Está denunciado. La señora Torres percibe una modesta pensión con la que paga el alquiler de la casa en donde se le cuela todos los días su ex. Y el tío canalla se hace el cojo. Y en cambio, es capaz de andar y sin bastón cuando no le ven. Y hasta traerse a sus amiguitas.

La señora Torres está muy enfadada con todo lo que no sea la señora Torres. No le gustan para nada las asistentes sociales que van todos los días a su casa para limpiarle el pipí y el popó, asearla y hacerle la casa. ¡No saben hacer nada bien! Y ella, por su cuenta, apalabra con otras personas un dinero, para que vayan por la tarde y la hagan compañía. ¡Ah! Y que también la limpien igualmente el nuevo pipí y el nuevo popó ...

La señora Torres afirma tener amigos buenos en muchos sitios. Por ejemplo, en Barcelona capital y hasta en las Canarias. Incluso la invitan a que pase allí con ellos unos días. A veces, pasan largas temporadas y no sabe de estas personas.

Ahora, la señora Torres está a la espera de que la rehabiliten la pierna y de que tenga lugar el juicio para tirar de la casa alquilada al baboso de su ex, el cual allana tanto su morada que es casi como si viviese allí. O, sin casi ...

Pero su abogada de oficio, se ve que la toma el pelo, y el jucio se demora y se demora. Y esto ya empieza a ser demasiado fuerte.

No obstante, la señora Torres se guarda un as en la manga. Porque tiene una silla de ruedas de motor eléctrico. Y cuando ya no puede más, entonces pide ayuda a unos vecinos y la bajan a la silla y ella se va por ahí. Incluso a veces se sube al metro, en donde ya la conocen y todo. Porque por encima de todo, lo que quiere la señora Torres es vivir. Mejor o peor, pero vivir. Porque esto son cuatro días, y ella es todo menos tonta. Ni polio, ni ex babosos, ni hijo canalla, ni gente vulgar que nunca la comprende. Ella, es educada y firme.

-COMO DEBE SERSE-
 

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