sábado, 17 de octubre de 2020

-"ESPAÑETA", EL CARIÑO Y LA TERNURA EN EL FÚTBOL DE AQUÍ -



A veces, sucede que en el planeta y negocio del fútbol, se cuelan unas energías que solo proceden de los sentimientos. Y eso es muy bueno para el colectivo y el consenso deportivos.

Bernardo España, "Españeta", solo fue un utillero. Pero eso es lo de menos. Lo más importante es que el carismático, laborioso, y padrazo "Españeta", sintió que su deber y su amor sería única y exclusivamente el Valencia Club de Fútbol.

En tiempos actuales, en donde este mundillo y esta sociedad no es más que un coloso de vanidades que se mueve por el dinero, aún están recientes los cariños a un hombre entrañable  que no ocupaba un cargo de relieve en el club suyo y del emblema del murciélago en el escudo.

Todavía existe algo que se llama perdurabilidad. Nada de coyunturas, de fugacidades, de inicios, o de momentos más o menos amplios en el tiempo. ¡No! El ejemplo de "Españeta" seguiría siempre siendo el de un valor atemporal.

Siempre. Dela cuna a la muerte, al ruzafeño Bernardo España se le metió en la cabeza el ayudar a su Valencia. Desde joven, en donde un accidente de tráfico le paró sus sueños de ser jugador de fútbol.

Pero "Españeta" encontró siempre su verdadero camino. Entrar a trabajar en su club de utillero, colmó su realidad. Disfrutó con su carácter de humilde hombre de la calle, y convirtió a su Valencia Club de Fútbol en su templo indiscutible. Y el peso de las décadas no le cambiaron un ápice. Ni el paso de las modos y de los modos futbolísticos pareció influir en él. Estaba "Españeta" autoblindado a su Valencia de su corazón.

Bajito, simpaticote, natural, y hasta poseedor de una técnica con el balón que siempre sorprendía a los que íbamos a verle al campo de Mestalla. Aparecía un balonazo por los aires en dirección a su línea de banda y con fuerza, y entonces "Españeta" dejaba muerto el balón y se lo daba al jugador que fuera para que siguiera el juego. Esa técnica me hace recordar a mi padre, al cual se le ponía cara de niño mientras me anunciaba lo sucedido, y entonces, como todo el Mestalla, nos entraba la sonrisa y la aceptación de aquel hombre sorprendente y lleno de cariño.

Insisto. Pasaba el tiempo. Y más tiempo. Y décadas. Y "Españeta" seguía ahí como siempre. Haciendo que nada faltara en el vestuario a los jugadores del Valencia, hablando con ellos de sus cosas particulares y cotidianas, animándoles, preguntándoles cómo preferían que estuviesen dispuestas sus cosas, y todo lo demás. Mimaba. "Españeta" mimaba al Valencia y a sus soldados cotidianos. Y los muchachos, sabían que podían confiar en "Españeta". Le querían. Le queríamos. Le queremos. Le querremos. Lo logró.

Era un personaje especial e inigualable. Alguien, cuyo amor a su club estaba por encima de cualquier otra circunstancia. Y su romanticismo, a no mirar el dinero. Hasta el punto de que cuando le llegó la edad de jubilación, los directivos de aquella época comprobaron que con lo cotizado no iba a percibir una pensión acorde con sus enormes méritos. Y decidieron que siguiera más años, y luego ya su pensión pudo ser digna.

¿Qué supuso "Españeta? ¿Dónde empezaba Bernardo España y dónde terminaba el Valencia? No se puede saber. Porque "Españeta" fue el Valencia. Y cuando hablamos de los héroes de Mestalla y de todos sus éxitos, no podemos solo hablar de Puchades, o Waldo, o Ansola, o Claramunt, o Kempes, o Valdez, o Albelda, o Fernando, o Voro, o Giner, o Sol, o Antón, o únicamente futbolistas o Presidentes. ¡¡¡Ni hablar!!! "Españeta" fue campeón de Liga, de Copa, y de todos los torneos deportivos conquistados por la gente de Mestalla. 

Sí. Con "Españeta" el Valencia pierde a un trozo gordo del alma del escudo y de la camiseta. Se ha ido una potente raíz  y una solemne tradición local hoy casi menospreciada entre rutinas e itinerancias.

Con la muerte de "Españeta" hay que sacar la bandera del murciélago y de la Senyera, y decir que hubo un tiempo especial, cuyo sabor a puro cariño llega hasta nuestro friote 2020 de la modernidad y del nuevo tiempo. "Españeta" nos enamoró a todos, y cuando nos dijeron que había fallecido, nuestros ojos soltaron potentes emociones líquidas y sinceras. Porque esto del fútbol debería ser como era. Más emocional y puro.

¡PERDEMOS A UNA ENTRAÑA!
 

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