sábado, 30 de noviembre de 2019

- ME HA TOCADO LA LOTERÍA -




No os preocupéis. Tampoco yo me lo creía. Me costó creérmelo. Tuve que marcarme una terapia semanal, que consistía en que todos los días dedicase aproximadamente una hora, a repasar y volver a repasar los diez décimos del primer premio de la lotería que yo había comprado y que habían resultado afortunados. Y por razones de seguridad, no digo que el meteorito de la diosa fortuna también me obsequió en esos mismos días con el premio del Euromillón, que sabéis que es un sorteo de carácter continental como indica o deja entrever su nomenclatura.
Pasado determinado tiempo, ya tuve certezas. Tenía tantos millones de euros, que el tema referente a mis preocupaciones económicas del resto de mi vida, carecía ya del menor de los fundamentos. Tengo millones por un tubo y se acabaron las preocupaciones.
Una vez me lo creí y lo asumí definitivamente, vino lo inmediato. Hacer creer a los míos que era rico. Que me podía codear con la burguesía o con el alto empresariado sin el más mínimo complejo de inferioridad.
¿Cómo hacer que me creyeran y sin arrepentirme después? ... Naturalmente, confiando en el aprecio y el amor, y seleccionando rigurosamente. Haciendo un cásting cruel y necesario. Sabiendo elegir sin errores. O, con los menos posibles. Estas cosas nunca hay que decírselas ni a tu esposa. En este caso, al estar yo libre de matrimonio no hubo caso. Pero luego has de tantear bien y repasar sus vidas. ¿Realmente fueron familia?, ¿acaso verdaderos amigos?, ¿siempre es mejor no decir ni mú a nadie y dejar mi fortuna en manos del banco correspondiente y de los prestigiosos tipos que llevan las cuentas? ...
Siguió pasando el tiempo. Pocos supieron nada. Es demasiado arriesgado. Puedes ser muy poderoso sin quererlo. Convertirte en un jefe y en una referencia para demasiada gente humilde, que vaya a saber el destino caprichoso qué es lo que realmente les lleva y les atrae de uno. Además, hoy en día, el dinero es un dios sobrevalorado. El alfa y el omega de nuestro tiempo. La pasta son las reglas del juego del Sistema. El dinero suele desenredar muchas cuestiones. Soy consciente y medito mucho antes de tomar cualquier dirección y decisión.
Fueron tiempos muy duros económicamente. Estuve a punto de pertenecer al umbral de la pobreza. O, mejor dicho, debajo del umbral y dentro del área de penalty de una pobreza que quita todas las ilusiones y que te ataca como un martillo grande que cobra vida amenazante. Espacié mucho las sonrisas. Hacía simplemente, muecas de corrección.
Trato de superar todo esto. El impacto ha sido similar a un tsunami personal. Frena mucho el empezar a moverse. No se creen que seas rico. Y por eso he decidido ir a mi aire y jugar a sorprender.
Elegir. Decidir. Avanzar desde mi amasada y ya definitiva fortuna. Tres o cuatro coches de alta gama, la ropa más cara del mundo, séis mansiones, avioneta privada, y quince mil sueños hechos evidente realidad. ¡Que le den por saco a los reyes magos! Ahora me toca a mí ser ese Baltasar o Melchor, sheriffs del condado de los sueños y el chico de la película en el Olimpo.
Veo mucha falsedad. Éllas, me miran como lobas cuando acudo a las reuniones sociales exquisitas de lujo privado social. Éllos, me odian con el peor de los venenos y la mejor de sus sonrisas. Todo son preguntas. Que si, ¿a qué me dedico?, que si, ¿cuál es mi estado civil?, ¿mi orientación sexual?, ¿mi religión?, ¿mis aspiraciones?, ¿mi ideología política?, ¿mis proyectos? Sí. Son solo nuevos amig@s. Nueva gente que he conocido a raíz de tocarme el gran premio de la lotería. Meras anécdotas con piernas. A veces, largas piernas.
Voy a hacer muchas cosas. Muchos proyectos. Pero ya, sin horarios claros. Viviré mucho más la noche, que no me soliciten antes de las diez de la mañana, y por supuesto el estrés ya no irá nunca conmigo porque nos hemos divorciado y todo ya es el pasado.
Seguiré viendo el mundo desde la misma perspectiva que cuando antes del gran campanazo afortunado y millonario. Como mucho y si me pongo radical, viraré ligeramente hacia el centro. Pero, poco más. Nada habrá cambiado demasiado en mi corazón de poeta. Ni cambiará ni tiene por qué cambiar.
-SOY MUY FUERTE-

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