sábado, 14 de septiembre de 2019

- MARCELINO,PETER LIM..., ¿HABLAMOS DE FÚTBOL? -




Volátil y fugaz como el dinero. El Valencia Club de Fútbol como inversión de un hombre rico. De Singapur. Se sabe poco de él. Como le pasa a los magnates. Solo se sabe que se llama Peter Lim y que parece importarle poco los sentimientos deportivos.
Marcelino García Toral. Asturiano. Menudo y convincente. Con las ideas de fútbol bien claritas. Entrenador defensivo y estratega. Coge a un Valencia con escasos jugadores de calidad, se arma atrás, y logra un bloque homogéneo y sin fisuras que le permite entrar en la Champions League y hasta ganarle al Barça una Copa del Rey. A Marcelino le das bronce, lo prepara con mimo, no lo expone demasiado a las inclemencias del tiempo, lo sigue mimando y fortaleciendo, y lo acaba convirtiendo en plata e incluso en oro.
A mí no me gusta la visión del fútbol que tiene Marcelino, pero la respeto. Tampoco me agrada la de Simeone, pero nadie cuestiona su aporte y su personalidad.
Pero aunque no me guste cómo vea Marcelino el fútbol, he de reconocer que su visión distinta enriquece al fútbol. Al Valencia. Y que más pronto que tarde, los empates se le convierten en victorias, y se reconcilia fácil con una afición que nunca cuestiona a los equipos que ganan. Mestalla ha vibrado con los éxitos y con la filosofía de Marcelino. Ha mantenido la seriedad, el buen hacer, ha dejado el brillo porque nunca le interesó demasiado, y parece que ama al fútbol y que se se viste por los pies.
Peter Lim no sabe que el fútbol es así y que ha mucho que se inventó y que va bien. Se la trae al fresco, porque habla un idioma propio y financiero que pocos van a comprender. Quizás, porque lo que hace no tiene un pase.
Ha tiempo que el empresariado valenciano dejó el Valencia tirado en la extraña delegación y vorágine del negocio, de la especulación, y de la globalización . Y eso ha sido fatal para los sentimientos y las raíces. Porque parece que nuestro deporte rey y valenciano se despreocupe de Puchades, o Manolo Mestre, o Waldo, o de Pep Claramunt, o de Kempes o de Paquito, o de Rufete, o de Baraja, Albelda o Ayala. Los empresarios de aquí,-puedo pensar en los Roig de Mercadona aunque uno esté en el Villarreal-, derivaron hacia otros deportes. Así nos va y nos sigue yendo ...
Marcelino,-ni el secretario técnico Mateu Alemany-, pueden tener confianza de respeto en sus superiores. Les han traspasado sin su consentimiento al joven delantero internacional Rodrigo, y sus opiniones no cuentan. Acaban siendo empleados a sueldo y despersonalizados. Se les echa de su trabajo aunque lo hagan impecable, convirtiéndose en verdaderos títeres del mandamás.
Y el jeff Lim de Singapur, mientras tanto, hace y deshace a su antojo. Marcelino es educado y visceral. Asturiano y discreto. Y tiene la dignidad de los personajes clásicos del fútbol. En su parcela y en su respeto, nadie ni con todo el oro del mundo debe meterse. Y el ricachón de Singapur y de los líos que se lleva, ha decidido combatir a Marcelino y lo ha echado. Y tipos como el millonario, le hacen mucho daño a la lógica de la ilusión del fútbol.
El fútbol y el Valencia,-los equipos de fútbol-, son otra cosa. A mí me encanta ver esa autosugestión de las familias y amigos que acuden con la camiseta de la Senyera , a ver jugar y ganar al equipo de sus amores y de su tierra.
Y hay vida social, y encuentros habituales, y se llena el metro, y las zapatillas de los niños tienen una ilusión especial. Y las calles que rodean el Estadio se llenan de vida y de dinamismo. Y es bonito ver todo ese bullicio. Y es una costumbre, una afición, una manía, unos cánticos, un tiempo de ocio, son cada dos semanas de ambientazo, y hay curiosidad en las gradas más caras y bastante democracia de consenso.
Es una de las cosas más bonitas de esa tierna cabalgata de Reyes  casi todos los findes en dirección a Mestalla. Es sano y nuestro, es afición, fútbol y tradición. Hábito hacia unos colores. Y ahora, desanimado, puede pensar que el escudo del Valencia ya no es el murciélago sino el dragón chino. O cualquier otra desviación intrusiva de los tipos del money en nuestra cultura pelotera.
¡ÁNIMOS, MARCELINO!

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