domingo, 14 de abril de 2019

- LA ADMIRABLE SUPERACIÓN DEL GENIO "TIGER" WOODS. -




Veintiún años. ¿Tamaña precocidad? Un chico negro. Un chaval de color, entre la élite de uno de los grandes deportes de los blancos de dinero. Una suerte de intruso inesperado, emergía desde la magia imparable de su talento y se hacía con la mítica chaqueta verde de Augusta. ¡Increíble! Ya no solo ganaba en ese recorrido carismático del golf, sino que su dominio no tenía fin en todos y cada uno de los festivales de la PGA. ¡Oh, la cumbre! La vertiginosa cumbre del genio más grande que ha parido este deporte y que se compara siempre como sucesor del gran "tiburón blanco" Jack Nicklaus.
Éxitos y más éxitos en la cumbre. Héroe, precocidad y orgullo. Serenidad y agresividad, alegría, afectividad y sangre fría frente a la presión. ¡Enorme, Woods!
Hasta que ... El cielo y la cumbre son terribles. Ponen a prueba todas las potencias y recursos físicos y emocionales de la persona que les lleva. Ser un dios poderosísimo del deporte y no verse límites, puede producir angustias de espanto.
"Tiger" se fue al suelo. Al lodo. No dirigió bien el placer del one. Le sentó mal la costumbre y el lujo de los ricos. Es una Disney en donde todo es posible. Eso está  lleno de diosas y de dioses, de azares, de dioses de multidólares, de placer y de exceso. De lujazo y de confort. De facilidad y de seducción. Todo y de lo mejor.
Woods comenzó a tener muchísimos dolores en la espalda a la par que perdía el control sobre todo aquello a través de sí mismo. Su cabeza sufrió acometidas de ideas inadecuadas, y no lograba levantarse de sus problemas. Descubrió su obsesión por el sexo y se sintió entonces una puta mierda. Debe ser para sentirse así. En los mil infiernos que le habían superado, y que le devolvían como una catapulta hacia el interior de un oscuro y durísimo abismo.
Nadie podía dar un centavo por "Tiger". Se caía. Y su rostro demudado, expresaba su tremendo vacío de impotencia. No lo conseguía, su espalda seguía en lo mismo, y el mundo del golf es brutal y nunca entiende de derrotados. Ni tiene paciencia ni nadie cree que se debe tener. Esto es presente de indicativo, y las debilidades son muy acusadas en una sociedad tan exigente e inmediata como la americana.
Woods se fue a la tele, lo contó todo, lloró su pena, y fue obediente y se sometió a todos los tratamientos físicos y psicológicos. Sí. ¡Yes! Pero no dejaba de ser un ídolo caído que nunca ya podría con nada. Porque trataba de recuperar la forma y embocar con aquella facilidad casi mágica y desde todos los ángulos inverosímiles. Mas su put solo era buenismo. No acertaba, y su desesperación desafortunada iba pareja a la crítica mediática y de los deportes. Parecía absolutamente acabado.
¡Now! De éso, nada. Poco a poco, volvió a crecer la semilla. Se fue rehaciendo, y comenzó a acercarse al pelotón de los golfistas competitivos. Lo que pasa es que eso a un dios como "Tiger" le sabía a demasiada comida barata y hasta basura.
Pero Woods parecía llevar kriptonita en el gen, y una cabezonería y tesón históricos y dignos de estudio. El deporte y sus valores. El suyo se ha llamado superación. Y, la ha liado.
No hay un periódico en el planeta que no le saque en las portadas. Presenta la resurrección inesperada de un deportista genial tras muchos años de aciago azar. Siempre demasiados años.
Acaba, a sus cuarenta y tres años, de ganarles a todos los treinteañeros y de todas las edades, el Máster de Augusta. Ahí donde también triunfaron nuestro gran Sevvy Ballesteros o Sergio García. Y en ese 14 de Abril de 2019, el Tigre se ha vuelto a poner su chaqueta verde de ganador. ¡Más que emocionante! Ha aguantado toda la terrible presión y el gran miedo a un nuevo bye, y ha templado sus nervios de dios, a la par que su espalda aguntaba esta vez. Ha puesto en su cabeza la concentración del tenista Nadal, y todo lo que no era darle a la bola no podía existir.
Uno de los más grandes héroes del deporte estadounidense ha hecho una hazaña colosal. Ya ha vuelto. Ya está de nuevo en casa. Todo llanto y sufrir valía la pena. Ese lloro y esa emoción es la gran euforia en la alegría necesaria y real. "Tiger" ha vuelto al Olimpo y ya es más leyenda aún. Nos ha ganado a todos, y hace muy grande al golf. Su épica hazaña le da al deporte gran parte de su esencia. Nunca se dio por vencido. Al revés. Su fe le ha salvado. Y ahora, nuevamente y desde las alturas, el gran mito se vuelve más gigantesco todavía.
¡OH, YES, MR. WOODS!

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