miércoles, 17 de septiembre de 2014

- OTOÑO -



La estación cobriza, la de las sombras alargadas laboriosas, la luz que descansa, la vid en oro y tus ojos eternos.
Otoñal dama de medios de infarto, de gimnasio y actualidad, femenina y plural, y delicada, y de arrugas bellas, y de piel lechosa e imposible, de ademanes seguros y lógicos, decidida y resuelta. Como exactamente tú.
Otoño de depresiones y ambulatorios, de colegios y protestas, de vuelta a la realidad, de tipos hoscos que nunca te darán los buenos días, de fútbol y convencionalismos, de la Champions League, y de tu modo de mirarme, admirada flor.
Otoño de vejez y de fin del apogeo, de charcos y putas tormentas, de gripes y achaques, de deslices y descuidos, de afanes políticos, de ladrones en salmuera, de tipos con daga en la mano, de pereza al levantarse, de cambio horario que convierte las tardes oscuras en una trampa escandinava.
Otoño de estrés, de metro y sudor de obrero, de paro y más paro, de necesidad de hacer algo para pintarse el tedio, de tomarse un café calentito por las mañanas, y de tomar la ropa que tapa y te convierte en un ser más esperado y conservador en apariencia. Como exactamente eres tú conmigo, mujer.
Otoño de la radio y de Javier del Pino, de escapada y senderismo, de hojarasca, de huír de lo irremediable camino de una ráfaga de oxígeno salvador en el automóvil de otros y en una mañana de domingo anónima. Otoño de aguantar e intimar, de ir al cine, de comentar lo que sea, para inventarnos esa excusa oportuna para estar con nuestros preferidos, para dejar hacer al tiempo para que no nos afecte en demasía lo que sucede, y para que el aparente pasotismo me ilumine tu sonrisa que siempre está ahí.
Otoño de bailar en la disco, de botellón a cubierto, de cercanía física agradecida, de caza en el monte tras la vida, de meditar el yoga de la respiración, de esperar los ejercicios espirituales de la represión, de perro que ladra sorprendido entre la aceptación de los jovenzuelos que nacieron sin reglas, otoño de sala de espera y de cola de teatro, de marionetas y de niños en moto que quieren ser ya mayores, otoño de anorak y chubasquero, de pañuelo y elegancia, de nivelazo en la ropa que te vi puesta ayer y en la que nunca te podré ver cuando entras en la ducha. Bendita prohibición que te da el misterio de lo bello y de lo eterno. Bella y rutilante piel que siempre loaré. Todo tu enigma bajo tu aparente corrección. Tus capas abiertas de Eva.
Otoño de extravío y de sendero arriesgado, otoño de traba y desesperación, otoño de ardilla excitada y saltarina, otoño de los que ya no están, recuerdo del verano que se fue a la porra, adiós a la playa y al tanga, nostalgia de aquel lío breve que tuvimos mientras te guardaba la toalla y aceptabas mi invitación. ¿Qué fue de tí? ...
Otoño de presente de indicativo y de la primera persona del singular, otoño de ortodoxia y academia, otoño con ñ y con tabú, otoño cañí y de aquí, otoño de todos los lugares del mundo, y de todas las razas, y de todas las guerras, y de todos los idiomas y credos, y de toda la democracia, y de tus piernas más largas y kilométricas.
Otoño de la Pasarela Cibeles, de los Goya, del postre dulce y goloso que sabe a tí, de la última sorpresa, de las flechas que te tiran al invierno radical, de la necesidad de que los problemas se alejen de nosotros como hace el sol por un tiempo, y de que el placer y el bienestar le pongan música de lira a nuestra compañía y a nuestro amor elegido. Amor de otoño y verdad.
-AMOR CONSENTIDO-

0 comentarios:

Publicar un comentario