jueves, 31 de julio de 2014

- CINE ESPAÑOL: "MARSELLA". -



Es una buena idea la de reflejar en la gran pantalla la humana perspectiva del rehacerse desde el agujero para dar amor.
Pero, sobre todo, es hermosa la idea posible del rehacerse. En este cine social que plantea la directora Belén Macías, hay además un mucho de vida real. Porque precisamente en ese transcurrir de la vida está intrínseca y siempre latente la posibilidad de que pasen muchas cosas. Bajones, caídas, ascensos, inmadureces, creceres, convicciones, hipocresías, audacias, ilegalidades y complejidad. La vida, como bien simple y bien diversa a un tiempo.
Sara, la protagonista que encarna María León, tiene un espacio que se pega a la vida que nunca va a conocer demasiado del atrás. Porque la vida puede ser valentía y decisión, y paso del tiempo, y evolución e inconformismo, y muchas ganas de ser más.
No marca el pasado. Solo, condiciona. Sara tuvo una aventura con un chico marsellés, fruto de la cual nació una niña. Y ella no se vio con capacidad de asumir la maternidad. En su vida habían otras mil heridas y prioridades. No podía ser. Ni madre, ni ella misma. Era otra mujer menor, ausente y desviada, en nebulosa y sin capacidad de reacción.
Y esa misma propuesta de reactivación lo hace todo potente y le da consistencia y vitalidad a la película. Las reacciones, las nuevas cosas que pasan, las ganas de no quedarse ahí, el ir reconociendo los errores, y dejando paso a las segundas oportunidades.
Sí. La vida. Eso no se para y está llena de deseos y de anhelos. Porque para nadie es fácil la vida, pero hay que intentar posicionarse lo mejor posible y luchar. Virginia, la madre adoptiva que encarna Goya Toledo, desconfía y recela de las posibilidades de la madre biológica. Tiene miedo por la niña y por todo, y la ve menor e insuficiente. Además, su mundo es otro y más holgado, y con más posibilidades y a más distancia del dolor.
Todo existe. Y por supuesto el dolor de los huesos cuando se crece y a la edad que sea. Por eso el personaje que marca María León es más rico y fuerte. Porque le pasan y pueden pasar cosas más inesperadas y menos seguras. Vive en unos momentos de más zozobra y azares, y ha de aprender a lidiar ella sola sobre sus propias decisiones.
En esta película hay muchas miradas. Frases que se sueltan por los ojos contínuamente. Las palabras suenan más a relleno que a substancia de vida. Aquí no espera nadie. El tiempo no aguarda. El tiempo es un peligro para que uno se atasque y enroque.
Pero, se puede y se debe salir. Querer conocer Sara y volver a ver al padre de su hija, es una decisión de reivindicación. Sara quiere reubicarse. Ponerse ahí. Visitar y aterrizar de una vez en el mundo, y tal y como puede ser lo más ordenadamente.
Y allá que Sara marcha con su niña hacia Marsella, tutelada por la madre adoptiva que la mira con lupa los errores sobre todo. Y en ese Rubicón hay novatadas y desesperación, y falta de hábitos, y todo el aprendizaje personal para darse y dar cariño. Y para no tener que depender del sí o del no de nadie. Quiere ser ella y tiene derecho a subirse a ella misma.
Y hay camioneros de amor que aparecen, y polígonos industriales, y otro modo de vivir, y otros idiomas y costumbres, y en el fondo el que no somos tan distintos todos de lo que queremos aparentar. Nos unen muchísimas más cosas de las que nos separan.
Amamos, somos niños, y adultos, y lloramos, y necesitamos el dinero y la estabilidad, el coche propio, y la sinceridad y la renuncia, y el compromiso sincero y ético, y las ganas de ser auténticos.
Y en esa idea, el final va a ser feliz. Porque las cosas se han podido manejar bien y acertadamente. Pero no olvidemos que la vida y su devenir nunca pararán. Y habrán más viajes, y camiones, y polígonos industriales, y más Marsellas, y muchas más segundas partes, y espacios para y por donde caminar.
-ENTRETENIDO Y HUMANO FILM-

0 comentarios:

Publicar un comentario