domingo, 6 de julio de 2014

- LOS HORARIOS Y EL SILENCIO -



En mi etapa actual de adaptación y asunción de las realidades, me molesta profundamente el descubrimiento de una autenticidad consensuada a través de unos horarios que nunca fueron los míos, pero que aparecen como inapelables e insustiuibles.
Lo noche y su actividad. Mi Valencia es ahora la noche. Más que nunca. El calor se lleva al ocio hacia su terreno y hacia la nocturnidad. Y mi repoblada barriada de parejitas jóvenes y actuales, me hace ver su mundo de la libertad ejercida y sin trabas.
La noche, viva. Todo es la noche, y la tarde al caer, y los tremendos fines de semana para mí, y nuevamente el imperio de unos horarios que son bien distintos a los míos. Porque yo amo la luz y el día, y me importa mucho menos si es verano o invierno. Necesito como nadie la luz. Aquel otro tiempo de nostalgia que se fue.
Jamás en mi vida viví la noche. Y por eso me contrasta y bien negativamente lo que puedo hallar en el transcurso de las mañanas de Julio, y no digamos en los fines de semana.
Silencio programado y ausencias. La mayor parte de la gente duerme y duerme. No están. Andan por otros vericuetos y por otras sendas. Ha ganado el ocio nocturno, y las salidas a las terrazas hasta las tantas, y los coches estacionados en las aceras, y el escaparse en viaje hacia otros lares, y los mil proyectos alegres y vivos que les hacen desenvolverse con calma y gratitud.
Mi balcón es por ahora, otro diferente. Mi balcón físico, las primeras horas de la mañana, el respirar cuando nadie deambula, cuando la ciudad descansa, y cuando el hábito de la cama y de la inacción lo presiden todo. Parado descanso.
Asumir estos espacios diferentes de soledad y de silencio. Huír de estos agobios. Defenderme. Esta es mi peripecia y mi obligación actual. Aceptar eso que hay ahí, asimilar que el mundo es esto y no otras cosas que podría desear, y que hay un magma y un hércules brutal y ganador que siempre ha de llamarse libertad.
Sí. Eso es lo que pasa. Que la libertad me aturde y cansa, me desconcierta y sorprende, y a veces no puede ser positivamente. Mi libertad de mí mismo aún está por llegar aunque sé que llegará. Y entonces todo esto que me parece tan raro, lo comprenderé y hasta esbozaré una sonrisa de lógica y de okey.
Ahora no puedo disfrutar de los silencios ni aceptar lo que para mí huele a ausencias. Ahora me siento en una especie de tiempo al revés, de jet lag, de estar desplazado y hasta en off side, de sentirme demasiado vulnerable a pesar de que no lo soy.
Duelen sanamente los huesos. No sé muy bien qué es lo que está pasando. El miedo y la falta de hábitos de libertad, me condicionan y aturden. Me entristecen.
Y el calor me atiza y me pone a prueba. Y ahora, más que nunca, y en medio de mi contraste desértico e inopinado, decido seguir caminando con firmeza y convicción, asumiendo mi etapa bisoña, y apretándome con las manos los oídos para no escuchar y por momentos el estrepitoso silencio que en realidad no es tal sino una expresión primeriza.
Duro y real. Azaroso y con pinzas, pero con la conciencia limpia y mirando a la vida con el afán tierno de un estudiante que recupera asignaturas olvidadas.
-MI REALIDAD ACTUAL-

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