El triunfo de un equipo. De un bloque. Del fútbol de conjunto. De donde no hay suplentes o de si los hay apenas se nota. Es una de las grandes lecciones de este Mundial 2014, que firma la histórica tradición de la Selección de Alemania. Sin conjunto suelen haber más decepciones.
Por eso el Káiser Beckenbauer no podía solo, ni el Torpedo Müller, ni tantos históricos y ciclópeos jugadores. Ni Cruyff, ni Pelé, ni absolutamente nadie. Porque es el esfuerzo unido de once futbolistas y de todo el banquillo. Es el triunfo evidente del fútbol clásico, con personalidad, audaz y constante.
El equipo de Joachim Löw es el resultado de una gran generación de futbolistas como Kroos, Khedira, Schweinsteiger, Neuer, Özil, Humels o Müller. Un equipo de amigos y de profesionales en donde nadie nunca se cree el más grande. Y esa modestia sobre el césped que muestran los valores necesarios del esfuerzo y la constancia, mantiene bien arriba ese mito en forma de dicho que reza que esto del fútbol es cosa que inventaron los ingleses y que ganan los alemanes. Con este cuarto título mundial, aumenta la idea y el mito se hace consistencia.
Alemania ha sido el mejor bloque de este Mundial de batacazo infernal brasileiro, y de bravía y casta argentina. Todo lo intentó el equipo de Sabella en la final. Confió en su orgullo y en sus gladiadores, pero Messi no pudo redimirles. El mejor jugador del mundo y sucesor de Maradona no pasa por el mejor de sus momentos. Y no es el líder que el "Pelusa" sí supo ser.
El Cristo del Corcovado perdona todas las tristezas y se hace luna llena al lado de la playa de Copacabana. Porque hay mucha gente que está alegre y grita eufórica su reto anhelado. Alemania es la España que Iniesta y los locos bajitos nos regalaron hace cuatro hermosos años en la nostálgica Sudáfrica. Brazil se junta con el mito de su Maracaná y festeja al fútbol. A ese deporte tan castigado y a la vez tan aglutinador e internacional que puede hermanar países y simpatías arrolladoras y demostradas.
Cuando el fútbol no tiene el brillo de la fantasía, aparece otra enorme verdad. El fútbol vertical y convencido, el de aceptación y que no tiene porqué tener complejos. Y sin rubores ni excusas, un tal Schürrle le centra un balón a Götze y entre los dos hacen el soberbio gol del telón del Mundial. De la final. Del todo. De la verdad. Nuestro gol de Iniesta es ahora en la Historia el de Götze. ¡Enhorabuena!
Sí. Cuando parece que no pasa aparentemente nada, de repente salen al área unos muchachos, centran y meten la pelota dentro de las redes. Catón del fútbol. Eficacia y concreción. No hay tu tía. Ni excusas de mal pagador. Cuando hay dudas, se resuelven y a otra cosa. Cuando nadie decide, alguien te llama a la puerta y te dice que es él y no tú quien ha de levantar la Copa del Mundo. Es, ¡el fútbol! ...
Ha ganado la tradición. Alemania es un gran trozo de la Historia de los Mundiales. Cuarto título. Brazil,-que tiene cinco-, llora en silencio su shock imposible. El fútbol tiene mucha más verdad y salsa de lo que los simplistas van a afirmar.
El Mundial de Brazil dice adiós. No ha habido un fútbol de jogo bonito salvo el castañazo teutón a los de Felipao. Un Mundial planote y estratega, de mucha igualdad y de poco mito. Ha sido un torneo a cara descubierta y a mantel destapado, con actitudes y recelos, con hundimiento de los anteriormente campeones y de los infelices anfitriones. Ha ganado quien tenía que ganar. Quien mucho más que nadie lo mereció.
Ha ganado la actitud de los jugadores de Alemania, el bloque, la personalidad, el esfuerzo, la capacidad de sobreponerse y de creer mucho en éllos mismos. Ha ganado la verdad, la discreción de un míster conocido pero muy discreto, la lógica del gol y de la agonía, la fuerza del orgullo, y la idea de que hubo unos padres y unos cracks mucho antes que los actuales.
Alemania es tierra de fútbol y de triunfos, de káisers y de porteros, de atletas y goleadores, de defensas insistentes y de pulmones imparables. Y además, juegan y más que bien al fútbol.
¡CHAPEAU A LOS NUEVOS HÉROES!
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