domingo, 27 de julio de 2014

- GAZA EN LA PIEL -



Niño, ¿tienes miedo? Sí. Veo en tus palabras mudas y en tu rostro el azote del terror. Ahí estás. Muerto. Y, vivo. Estás vivo porque por ahora has tenido mucha suerte y te han sacado de entre los escombros.
¿Qué son los escombros, muchacho? Los escombros no son más que cuando se amontona la destrucción y la impotencia. Debes llorar, vida. Llora mucho porque has perdido a tu familia, porque te la han matado y tienes el sacro derecho a estar roto, decepcionado y asombrosamente desolado.
¿Ves lo que es la guerra, niño inocente?, ¿ves cómo hay gente sin entrañas que vive la guerra como quien ve un partido de fútbol o de basket? Sí, mi nene. Y, mi nena. Sé que no podéis entender cómo hay gente tan cruel. Y no es que vosotros no lo entendáis porque seáis burritos, sino porque todo esto de la guerra y de las bombas no es racional ni tiene la menor explicación. Toda guerra es la mentira. No hay nada más peor que una guerra.
Eso que tienes ahí son heridas, mi niño. Y, ¿qué puedo hacer yo para que no te hagan daño? ¡Decirlo! Decir a quien me lee que los niños son sacros, intocables, piel vulnerable e inocente, y la forma de ser y de pensar del mañana y del pasado mañana.
En Gaza solo hay salvajismo y fracaso diplomático. En aquel territorio el ser humano vuelve al mono, al árbol, al simplismo, a la incapacidad de soñar y de tener anhelos, y sencillamente al averno inducido. Por eso te digo que me llores, niño. Nunca te quedes callado y suéltalo todo. Y grita, y corretea, y saca tus gestos de vida, y cágate en quien quieras que comprendo tu ira.
¡Oh, mi niño! ¡Mi niña! Solo queréis jugar, sonreír, imaginar, volver a ver a vuestras familias, y que sencillamente os dejen en paz. En Paz. Con mayúsculas, aunque no parezca que esté bien escrito. Pero las reglas están siempre para ser cambiadas.
Palestina. Mirad la parte positiva. Antes no teníais ni bandera, ni nombre, ni señas de identidad. Ahora ya se os acepta. Ya sóis palestinos, y tenéis toda nuestra simpatía, y sabemos que existís, y que os invaden, que os cercan y os matan. Pero, seguís siendo Palestina. Palestinos en Gaza y en todas las partes del mundo.
Yo de mayor quiero ser niño palestino. Como suena. Es mi mejor manera de solidarizarme con vosotros. Mi mejor deseo, para que pronto toda esa salvaje guerra se vaya al archivo del nefando recuerdo y vuelvan a oírse los trinos de los pájaros y de la libertad que surcan todo vuestro cielo lleno de estrellas. Quiero vivir vuestro terror para haceros compañía y para que sepáis que nunca váis a estar solos. Porque a un niño nunca se le deja solo.
A tí, ¿te faltan las piernas? Mi pobre niño. No puedes andar. Pero ahora hay mucha suerte y tienes que pensar en positivo. Fíjate. Hay una cosa que se llama prótesis, y que sirve para que quizás un día puedas volver a caminar. Tienes que tener confianza. ¿Me comprendes? Seguro que ahora no puedes comprenderme. Yo, no podría. Pero por lo menos intento contarte mi cuento mágico y amigo de Navidad en Julio. ¿A que es graciosa la Navidad en verano? ...
Te tapas los oídos, mi niño. Sí. Se te nota. Te molesta oírme. Y quizás tengas los tímpanos rotos y demasiado cansados a causa del fuego y de los impactos. Por eso te pongo a tu disposición mi silencio de comprensión. Necesitas ese silencio de olivo y de juego.
Precisas mi silencio hercúleo de sosiego y de compañía. Necesitas que te protejamos, que te sedemos las heridas, que te cicatricemos el rencor, y que te vacunemos para ese odio inevitable y maléfico que te sobrevendrá. Necesitas que mi silencio sea calor y playa, y pozales de arena al lado de la orilla, y el recuerdo de lo tuyo y de los tuyos, y que te queramos mucho, y que logres salir de ese atolladero de mierda y muerte que te abrasa. Sí. Necesitas que te dejemos, niño, libre y en paz.
-ES TU MEJOR DERECHO-

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