martes, 22 de septiembre de 2020

- A VECES NO ME ACUERDO DE MÍ -



Es extraño esto. Siempre he sido fuerte y apenas he visitado médicos. Y no es falsa vanidad. No me tengo por prepotente. Hace un año que se me marchó mi mujer, María, a donde van las rosas cuando mueren. Y el otro día me sentí fatal, porque por unos minutos se me fue de la cabeza su nombre. ¡No me acordaba que se llamaba María!

Pensé que serían achaques pasajeros. No le di importancia. Afortunadamente tengo dos hijos,-chico y chica-, los cuales me han dado entre los dos, seis nietos. Tengo ochenta años. Recién cumplidos. Y me llamo Eugenio. Pero el otro día no me acordaba de mi nombre de pila. Y eso que no me dolía la cabeza ni nada raro. Mi hija es doctora y mi hijo trabaja en una conocida firma de electrodomésticos. Y siempre ha sido muy mañoso para las cosas de casa que se estropean. En eso se parece a mí. Porque yo siempre me iba a los sitios de materiales para hacer reformillas y todo eso, y así me evitaba llamar a alguien para que me sacara los cuartos. De hecho, tenemos un chalet en las afueras, que yo lo diseñé, y con poca ayuda y mucha paciencia lo acabé y ahí está. Exactamente en ... En ... ¿Es Bugarra?, ¿Liria? ...

Estoy muy preocupado, por mil frentes. El otro día cuando me di cuenta ya se me había pasado la hora de comer. Y otro, ante mi terror, me percaté a tiempo de que había mezclado los fideos con unos trozos de plátano que había echado en el plato. ¿Cómo pude no darme cuenta de esto?, ¿alguien me lo puede explicar? ...

Ayer, me perdí. Aunque, no exactamente. Lo que pasó es que yo caminaba tranquilo y me desorienté sin darme cuenta. Lo peor fue, cuando asumí que no recordaba dónde estaba mi barrio. Y me lo tomé con calma. Me senté en un banquito, descansé, me relajé y me reubiqué. Se me pasó todo. Tomé el autobús, y me volví a casa. Trato de no pensar demasiado. Es mejor así.

Creo que lo más grave es cuando hace un mes me crucé con unos adolescentes que iban de fiesta, y yo noté que uno de ellos me miraba mal y sin respeto, y entonces me abalancé para pegarles sobre uno de ellos. El chico, logró esquivarme y todos se fueron corriendo. No sé qué pudo sucederme. Pero cuando llegué a mi casa lloré como un niño. Porque todo me huele al terrible alzheimer. Y, me dan ganas de llorar ahora mismo ... Y la suerte es que ahora no hay nadie aquí en mi casa porque vivo solo y así no me me nota nada.

Estoy muy asustado. Tengo miedo al virus, pero sobre todo a que lo puedan coger mis hijos, sus parejas y mis nietos. Vivo que no soy yo. Pero sobre todo, lo que no quiero es que los míos se den cuenta de mi deriva personal. Y no solo porque podrían meterme en un centro deshumanizado de esos que hay, sino porque haría sentir extremadamente mal a mis cercanos.

No es que no sea orgulloso. Lo que soy es realista. Los demás no deben sufrir por mis cosas. No es justo que así sea. Y si os digo la verdad, creo que el confinamiento me ha afectado bastante. He estado demasiado solo. Pero,¡coño!, que hay gente que ha estado aún más sola que yo y esto no le pasa.

Pero, hoy por hoy, no pienso hacer cambios ni tomar decisiones. No es aún el momento. Enfrente de mí hay una botella de anís. Si me viene el bajón, tendré que recurrir a la alegría artificial. Lo malo es que tomo pastillas para la tensión y para el estómago, y la mezcla nunca puede ser buena.

Ya me he caído tres veces en medio año. Debo estar flojeras. La edad. Pero ahí también tengo dudas. Porque soy fuerte. Yo creo que es como si me fallara la sangre que va al cerebro, y me desplomo. Es, nada. Solo décimas de segundo. Pero, el tiempo suficiente para caerme ...

Y ya sabéis. Con esto del virus no pienso llamar por teléfono al médico. No me convence eso del teléfono. Y debería ser, el especialista. El neurólogo, creo que se llama.

¡¡Ostia!! ¡Ya me he vuelto a dejar la cocina de gas sin apagar! ¡Qué rabia me da, joder! Mira si me da rabia, que dejo de escribir y me voy a la calle a ver si me despejo. Creo que es lo mejor que puedo hacer ...

-NO SÉ SI OS HE DICHO CÓMO ME LLAMO-

 

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