miércoles, 5 de junio de 2019

- TERESA BUSCA SU LUGAR -




Alta, luchadora, práctica, vulnerable, buscadora, de vivir su tiempo, infatigable, atrevida y rabiosamente actual.
Veinteañera que avanza hacia la treintena asumiendo las cosas. Siempre tratando de experimentar su momento y su mundo, en busca del placer de los hombres que le gustan, amante de la televisión por adentro, femenina, guapa, clásica, resultona, y muy agradable cuando alguien le agrada.
Teresa es parlanchina y apenas sabe escuchar. Tiene heridas emocionales que nunca confesará, y es como si necesitara un gran cariño de seguridad. Es selectiva y de malos o carentes modales. Lo que quiere ser, es estrella y triunfadora, observar lo que las demás chicas de metro y ochenta centímetros sin tacones como ella son capaces de revelar y expresar, y siente expectación absoluta por las cosas que se concretan a velocidad digital.
Trata con su belleza de tapar su menoridad intelectual. ¿Qué importa eso? Lo que le importa a esa niña que va hacia los terrenos de mujer, es la notoriedad y la necesidad de que nunca la excluyan de ninguna parte.
¿Por qué apenas escucha la bella Teresa? También es un mal actual y cotidiano, y quizás no sea momento para grandes indagares. Teresa no quiere patrones ni amigos absorbentes, ni padres excesivos que controlen sus vestidos o su sonrisa. Teresa quiere ser ella misma, y a veces le cuesta mucho. Y esa dificultad preocupante, la combina con el juego y la aventura. Juega a vivir.
Teresa quiere estar a la última, y admirar a las chicas geniales que cantan en los platós televisivos y que emocionan dándolo todo a la gente. Quizás ésta sea una de las claves del juego de teresa. Jugar a saltar, a darlo todo, a la sonrisa de chica eterna y glamourosa, competir con otras bellezas, y seguir a los chicos potentes de cualquier nacionalidad pero que sean capaces de hacerla reír.
Teresa necesita a gente que la anime, que la ayude a ser ella misma, que la empuje hacia la fama de ser feliz, a comerse el mundo con las manos y ponérselo por montera. Teresa aún va necesitando a un protector que la diga sí a todo, pero que no sea un pelota.
Teresa aún no tiene claro el equipo de sí misma en el que quiere jugar. Duda mucho y a menudo tiene bajones. Sube y baja, pero busca nuevos ascensores y gente que realmente la escuche y que nunca sean aburridos. ¡Por dios! ...
Teresa no rivaliza bien. Sabe que hay lagartas impresentables de las que debe alejarse, pero también conoce que le cuesta integrarse en su mundo y que aún le pellizquea la idea de revolotear cual mariposa en un tiempo sin guión y en el que pasen muchos azares inesperadamente gratos.
A Teresa nunca le digas lo que tiene que hacer aunque puedas ver que no tiene ni idea de lo que hace. No se te ocurra. Déjala. Permite que madure, que esté verde y que pase el tiempo; confía que dulcifique como hace la fruta pero no le metas prisa ni presión.
Y al final Teresa se te pone cerca y con su naturalidad se hace un self contigo y sin que se lo pidas. Y te mira de reojo y no se separa, y confía en la compañía porque siente pánico a su momento indeciso de soledad.
Si le plantas cara a Teresa te montará un pollo, sus manos se pondrán viscosas de ansiedad y malestar, y tenderá a huír, a refugiarse, a no encarar su crecer y su vida; a replegarse nuevamente sobre sus dudas evidentes.
Teresa parece dura, pero se le pueden abrir las capas de decisión y hasta de generosidad. Y ser más lagarta que las más lagartas, y más alta que las alemanas, y más presente que un exagerado acaparador. Y Teresa suda las hormonas de su energía, y sueña al mañana y a la agenda cerrada. Y si encuentra a su príncipe, puede que no vuelvas a saber nada de ella.
¿HACEMOS APUESTAS?

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