sábado, 29 de junio de 2019

- ¿SABÉIS? -




¿Sabéis por qué no salgo del armario? Os lo voy a confiar. Vivo socialmente, bien. No me falta nada. Económicamente soy un triunfador, y no se percibe mi homosexualidad. Hago técnicas y trucos propios para que no me salga el interior.
¡Mentira! Dicen que ya vivimos en una sociedad avanzada y tolerante con la diversidad. ¡Y una mierda! Solo os diré que mi mejor amigo se fue de mi empresa para no tener que tratarme cuando le confié mi orientación sexual. Sin darme explicaciones, se fue y adiós. Él no era gay como yo, pero vi tal impacto en sus ojos tras mi confianza, que ya intuí que podría reaccionar como lo hizo. No iba a aceptarme. Nunca más. Os juro que no me extrañó su alejamiento.
Empecé a pensarme las cosas. De hecho, siempre me las pensé. Es muy peligroso todavía abrirse a un mundo hipócrita y cruel. Los gays, o las lesbianas, o los bísex, etc, somos todavía en el imaginario general gente de no fiar. En mi caso me trae al pairo toda esa arana tradicional y religiosista. Yo soy de números. Tengo no un buen trabajo, sino un trabajo envidiable y más que bien renumerado. Y puedo adquirir más de un piso, y algún apartamento para la costa, y viajar y con los medios más rápidos del mundo, y encontrar lugares increíbles que en el mundo hay.
Sí. Puedo estar en decisiones y reuniones de alto poder, y ver quién y cómo cuecen las cosas. Es verdad lo que algunos afirman en el sentido de que tienen más poder las energéticas, las telefónicas,la Banca, o los medios de comunicación que los políticos. Muchísimo más. Debe ser excitante cuando a un elegido social y democrático, le suena un teléfono, y debe obedecer, o le monta un lío social de dos pares de cojones. El poder es fascinante. De veras. Pero es que no veo opciones. Debo ser amarrategui y estratega.
Sí. Es cierto que me gustaría hacer el locatis en una de esas maravillosas carrozas de la fiesta del Orgullo. Claro que me gustaría. Y plantarme un tanga visible en el culo, y carmín en los labios, y depilarme las piernas, y hablar amor y desinhibición. A cara descubierta y transformada. Pero solo ha de quedarse en mi sueño.
Porque conozco perfectamente las hipocresías del poder. De mi misma empresa multinacional en la que trabajo. ¿Las leyes que nos protegen? ¡Los cojones! Como se enterara alguien parecido a un cargo de mi poder y empezara a llamarme maricón y a dar por saco, yo me conozco. Hay mucho dolor y hasta castración social interior. Y entonces haría dos cosas porque yo nunca me callo. Le daría una buena hostia, y a continuación le instaría a que tuviera cojones de volver a llamarme así.
Pero yo sé que lo volvería a hacer, y sería el boca a boca, y las miraditas, y el buenismo de boquilla, y si le denunciara se montaría el pollo padre y se desnudaría toda mi estrategia vital. Por eso no me muevo del armario y blindo mi privacidad e intimidad absolutamente.
Ahora estoy mirando por la tele toda la fiesta gay, y la bandera, y las besadas intergéneros, y toda esa exhibición que dura unos ratos.
No. Mi vida no es un rato. Quizás nunca pueda tener un amor. Y si lo tengo, correré peligro de que se sepa. Mirad. Cuando acaba mi jornada laboral, se baja el telón y viajo constantemente. Me pongo el condón y tengo amigos en muchísimos sitios. En mil millones de sitios.
Porque, imaginad si descubrieran mi verdad. ¿Todos mis méritos y mi vida profesional a la basura de la mierda?, ¿a la puta calle y a empezar de nuevo con un trabajo menor? ¡¡No soy masoca!! ...
El mundo es una guerra larvada en donde la gente lo único que hace es tratar de que le peguen poco. Mirad el odio que los tíos les tienen a las mujeres. Las matan y por chorradas. A nosotros los gays aún nos odian más. Y nos la tienen jurada. Y dicen que tenemos lobbies o no se qué leches. Lo único que se hace es defensivo. Nosotros y nosotras no encajamos aquí. Hace demasiado tiempo que lo sé.
-Y QUE LO TENGO CLARO-

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