martes, 29 de enero de 2019

- MARÍA, MI ÁNGEL CAÍDO. -




Hacía muchos años que la conocía. Por eso me dolió lo que os contaré. Hace alguna década o más que sé de ella, y por eso no sé muy bien cómo es que la conocí aunque sí sé la causa.
A veces,-somos humanos-, las cosas nos preocupan tanto que no saboreamos la realidad y necesitamos el disney y una gran palmada de apoyo en el lomo. Esa fue la circunstancia por la cual la conocí. La otra palabra de seducción es que debí localizarla a través del internet en uno de sus anuncios y que junto a su nombre venía el de tarot.
Había afecto. Cuando llevas conociendo a alguien tantos años, le coges cercanía y acaba siendo algo más que un mero paso de deseos de conquistar favorablemente el futuro. Y María me miraba, y me decía que eran buenas cartas, y salía la rueda de la fortuna que es éxito final, y que me veía en una mesa con papeles escribiendo, y que hay una mujer de cabellos claros en mi destino. Siempre aparecía en las tiradas tarotistas tal mujer.
Mola. Mola mazo que te den chuches y que te anuncien cosas de esperanza y bien positivas. Un dulce a nadie amarga. Y además, como sabe que me gusta escribir y todo éso, me animaba siempre a publicar. Como si eso fuera tan fácil de hacer hacia una editorial ...
María es bajita, rubia, de ojos claros y del pueblito andaluz de Solera. O, eso me dijo, porque yo ya no debo creerme absolutamente nada. Su marido estaba muy enfermo, y tenía hijos, y muchos problemas familiares.
María, rubia y dulce, generosa y comprensiva. Un sueño. A veces llegué a pensar si esa mujer de claros cabellos sería en realidad ella misma. Ahora mismo ya no puedo pensar nada de ella, y en el fondo me hace un favor.
Me extrañaba. Porque yo llamaba al teléfono y se escuchaba no sé qué de que no correspondía a ningún cliente, o no sé qué literatura de cuento chino aparecía en su contestador. A mí me extrañó tanto, que en un día frío e invernal he ido a verla y ...
Al principio de visitarla, María cobraba la voluntad. Paulatinamente, debió hacerse con un buen abanico de clientes y cambió su estrategia. Pero yo no tenía la menor gana de darme cuenta, y solo me llevaba a ella mi desasosiego de aventura y de que hurgara un poco en el iluso colectivo. De que me recibiera con su impecable sonrisa de siempre, y que empezara a mover sus naipes en espera de buenas noticias, Casi siempre eran buenas o esperanzadoras noticias ...
Un día me advirtió que en esto del tarot, lo mínimo estaba entre cuarenta o cincuenta euros por sesión. Y a pesar de conocer y saber que yo no tengo un céntimo y que me doy por satisfecho por llegar a fin de mes. Ahí se estaba rompiendo un pacto de afecto, Pero yo, sin percatarme ...
Como soy un despistado, perdí el exacto número de la dirección del piso en el que María echa las cartas. Pero como es una calle pequeña, deduje el lugar y descarté sitios. Sí. Era en el portal séis. Y en la puerta séis. Llamé al timbre del telefonillo:
- "Oye, soy José Vicente y ..."
Ella, habló lacónica; brevemente. Negaba con su voz inconfundible de su andaluz acento. Yo, insistí y dije:
- "Pero,¡eres María! Verás. Soy José Vicente y como salta el contestador del teléfono ..."
- "No, perdón. No."
- "Es tu voz, María ..."
- "No. Lo siento. No soy yo. Se ha equivocado ..."
¡No! Impactado, me senté en uno de los banquitos de un cercano jardín intentado entender. La realidad es que era élla. Era su voz. La voz de María. La de siempre. Pero esta vez, contenida y negándome la realidad de su existir y ser.
De veras que siempre que pasa ésto, entras en desconcierto. No quiso ser franca y decirme claramente que lo de la voluntad se había acabado, y que o le pagaba los cuarenta o cincuenta euros, o nada de nada.
¡Decepción! Me conoce, y sabe por lo que paso y pasé. Pero a María la ha vencido la ambición. Ni siquiera soy un cliente más. Soy una anécdota en su vida. Un estorbo. Y me lo demuestra con su actitud. No sé si desearle lo mejor al percibir tan poca compasión hacia mí. ¡Has ganado, María! Y te deseo mucha suerte,¡venga! Durante muchos años me hiciste soñar. Y eso no es poco.
¿ A QUE NO, MARÍA?

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