martes, 16 de febrero de 2010

- CUENTAN DE MI ABUELO ENRIQUE... -

Y digo cuentan, porque por circunstancias no pude conocerle. Pero por lo que dicen de él, mi abuelo materno Enrique era un hombre bien curioso. Hay muchas anécdotas, que le retratan como de una personalidad nada convencional. Os contaré con vuestro permiso una de ellas. Le define bien. Creo. Aunque es complejo.
Eran tiempos de guerra en España. En mi Valencia, las bombas de los aviones fascistas hacían de las suyas. De repente, sonaban las alarmas, y todos corrían al refugio más cercano y seguro.
Como mis abuelos vivían en el Paseo de la Pechina, que está ubicado junto al actual cauce seco del Turia, bajaban a refugiarse en uno de ellos, el cual se hallaba construído precisamente allí junto al río de mi Valencia natal.
Y allá que marchaban todos presurosos. Salvo mi abuelo Enrique. Mi abuela Carmen,-precisamente la mujer que me enseñó el cuento de la princesa y el mago que podéis ver en grabación en este mismo blog-, debía reñir y tirar de mi abuelo, para que éste hiciese caso a las sirenas y al peligro que advertían aquellas defensivas alarmas de protección.
Pero, mi abuelo Enrique, era muy reacio a bajar al refugio. No le gustaba. Decía que allí no estaba a gusto, y que aquella ansiedad, oscuridad e incertidumbre, no las soportaba.
Y así, aunque finalmente bajaba a dicho refugio, no parecía preocuparle demasiado el peligro que suponían las bombas, sino el habítáculo de la protección.
Hasta que, finalmente, decidió ponerle remedio a aquello. Metía su cuerpo en el agujero del refugio, pero no ¡su cabeza! Sí. Su cabeza estaba fuera de toda protección, ante la incredulidad de los unos y de los otros.
-"¡Pero,Enrinque,¿es que no ve usted que le van a dar un buen disgusto esas bombas,hombre?"..
A lo que mi abuelo, respondía:-"¡Bah,bah! Mirad: si me tienen que dar me van a dar igual. Y además, es que necesito la luz y no soporto estar todo el rato ahí metido,¡coño!..."
Imaginad a los pilotos fascistas de los aviones que le verían claramente la cabeza. No darían crédito. Era blanco fácil. Era muy fácil acabar con su vida. Y no era justo matar tan sin oposición a un temerario suicida. O quizás nunca le pudieron ver, y por eso no fue bombardeado y asesinado.Vaya usted a saber. Pero, efectivamente, dió todo tipo de facilidades.
Desde luego, que el sentido del riesgo de mi abuelo Enrique era realmente descabellado, pero os puedo decir que no le mató la guerra. Y que murió, de viejo. Y que vivió,-y no precisamente feliz, a causa de otras vicisitudes-, durante muchos años. Sí. Mi abuelo Enrique pasaba de todo. Hasta de la muerte amenazante. Me hubiera gustado el haber podido conocerle. No fué posible. Pero seguro que con él me hubiera partido el culo de la risa.
- UN BESO DE TU NIETO VIVO -

0 comentarios:

Publicar un comentario