Hace aproximadamente un año que la conocí. Pero, conocerla, es fácil, es lo de menos, es soltar unas frases iniciales, un simpatizar, un darnos carrete o palique, o algo sin fortalecerse ni solidificar.
Amistad. Qué palabra más hermosa, tolerante y enigmática. Amigos. Amigos para la risa y también para cuando las cosas se ponen duras. No fue fácil para mí cultivar esa experiencia tan real y grata.
Vino a Valencia, y luego nos vimos en Castellón, y me pareció todo una experiencia diferente, inédita, auténtica, fuerte, osada, generosa, arriesgada y profundamente real.
Amiga. Intenté fantasear e idealizar a mi amiga, y vencí finalmente esa tentación y la acepté tal y como es. No fue ni será nunca una mujer fácil. No lo soy yo tampoco. Tenemos los dos un carácter fuerte, somos muy diferentes, y nuestras circunstancias personales muy distintas.
Pero eso no tiene porqué importar. En absoluto. Porque sin prisa y poco a poco va apareciendo un interés y una familiaridad que te sorprende. Y te acuerdas de las cosas que la amiga te dice, y te das cuenta de que puedes perderla si lo haces mal, y caes en que todo depende en gran parte de uno mismo y de la actitud.
A la amiga no me la tomo en broma ni la frivolizo. Está ahí y yo aquí. Estamos aunque haya días que no deseemos charlarnos, o que los horarios no coinciden y hayan apreturas, o cosas menores e intrascendentes. La mejor noticia es que la tengo presente, que ella me tiene presente a mí, que si me tiene que dar su tirón de orejas voy a aceptarlo y que si no estoy de acuerdo se lo voy a decir con plena libertad y apuesta.
No es fácil esto de la amistad cuando es auténtica. Porque cultivar bien algo real, requiere de unos esfuerzos y de unas voluntades que tienen que estar. Y que si no están, entonces es todo mentira ...
Mi amiga está pasando ahora por momentos apurados. La tienen que operar, está delicada de salud, y todo parece estar en un límite de peligro. Pero sigue ahí. La amistad se fortalece y continúa. Ella desea intimidad para su sufrimiento y dolor, y es reacia a abrirse en emocionalidad. Yo aprendí a respetárselo hace mucho tiempo, aunque al principio lo pudiera interpretar en clave de desconfianza o de no querer compartir. Pero ahora sé que se llama respeto. Y que ella siempre va a ser así, y que la acepto, y sé que ella me tiene en gran estima.
Habla en su catalán y presume de su tierra. Le gusta el mar y siempre me habla de dicho mar, y de las sirenas, de la playa, de su abuelo que fue pescador y de su sacrificio obligatorio por todos los suyos a quienes adora. Su familia.
Es amiga de sus amigos. A mí me aprecia y no se sabe cómo. No se debe saber el porqué. Me aprecia porque le ha dado la gana apreciarme y a mí aceptar la realidad de su afecto. Me quiere a su manera, como le da la gana, a su estilo, como le parece, pero lo importante es que yo soy de verdad para ella un amigo.
De modo, muchacha, que a recuperarte de tus males que aún eres joven, a tirar hacia adelante que te quiero seguir viendo, y que tienes una cosa prometida y es que vamos a volver a vernos pronto y nos intercambiaremos la lotería de Navidad.
Mejor, amiga. Nos la venderemos, porque tu dices que si se regala, entonces no sale. Y desde tu peculiar y tierna teoría acerca del azar, aprovecho para evocarte y darte un muaks lleno de calor y de afecto compartido. No me hagas putaditas y recupérate.
¡MOLTA FORÇA!
0 comentarios:
Publicar un comentario