jueves, 20 de noviembre de 2014

- ESE BASTÓN IRRENUNCIABLE -



En medio de mi batalla cotidiana de amor, cuando mi madre nunca reconocerá cuidador que valga y en donde su senectud emerge como un fatídico e injusto castigo, mi progenitora guarda el arma terrible de su carácter siempre predominante.
Ella es la reina. Mandará y decidirá todo cuanto se mueva mientras esté. Nada especialmente que ver con su demencia o con su ira a través de su decepción de observar sus facultades físicas tan diezmadas. Parece decirse que merece un algo, un algo más ...
Algo concreto, y a la vez esotérico e interiorista. Un arma inesperada como un grito desesperado de reinvindicación. Mi madre no soporta el mundo, ni muchas veces a mí, ni a Cristo que la fundó. Su universo es la implacable presencia de su venganza larvada en sus lamentos casi perennes.
Luchar por sus cuidados. Pero ella no siente esa idea tan evidente de su fragilidad. No, así como así. ¡En absoluto! Ella es como es, y la aceptas o te rindes. Tiene una fuerza tremenda para todo, y pocos la creen poderosa al verla frágil y dependiente. Solo es cuestión de observarla y conocer a esta bella mujer que tiene un afán de mando fuera de lo común.
Por eso el día a día es una enorme competición casi de soldados, una especie de lid a ver quién gana. Yo hago lo mejor que sé para ella, lo práctico y más coherente que está en mi corazón, mi autodeber impuesto como hijo agradecido y comprensivo, y todo lo que se quiera pensar en positiva intención y actitud.
Pero cuando tras la pelea mañanera logro hacer que ella se despierte, trasladarla desde mi brazo al baño, y desde mi afán al comedor para poderla dar el desayuno, llega el momento clímax. Sacarla un rato a pasear al Jardín Botánico de mi seca y hermosa Valencia. ¡Nunca querrá salir a la calle ni ver a nadie! ...
¡El bastón! Es lo que me pide con todas sus fuerzas a pesar de que ya no puede andar con él y penosamente con el andador ortopédico. Si ya solo es posible su movilidad y desplazamiento cuando la empujo sentada sobre la silla de ruedas, ¿para qué diablos demanda imperiosamente su bastón? ...
El ancestro y la individualidad. El bastón de mando. Sus señas identitarias, su coraza, su protección, su seguridad, su afirmación en el mundo, porque ella es así y le da por ahí, porque ha nacido y morirá reina y señora, y princesa, y diosa, y poco condescendiente con su tsunami personal. La ira, desde sus charcos, de los que jamás pudo salir airosa.
Es un consejo. A mi madre no le niegues el bastón ni se te ocurra disputárselo. Se agarra y aferra a él con todas sus fuerzas y poderes. Tendrás que pelear si quieres arrancárselo de su trono. Te costará bastante. Mi santa madre es fuerte y de genes le viene su poderío físico. Y de su resistencia primaria y a la vez tierna y feroz hace una bandera incuestionable. O sí, o sí. Debe ganar. O, has de hacer que ella gane ...
Es lo mejor en el gran ajedrez de la estrategia de sus cuidados. Mi madre tiene demasiado miedo endémico como para mandar el bastón a freír monas. Es frágil, niña, mayor, entrañable, poderosa y especial. De poca concesión y mucho dolor.
-ELLA Y MI AMOR-

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