sábado, 29 de noviembre de 2014

- LOS SILBIDITOS -



Los oí el otro día. Llegué a pensar que los emitiría un pequeño jilguero. Eran unos potentes y a la vez fugaces silbiditos que procedían de algo muy difuso e inconcreto. De algo que estaba cerca de mí, pero que no sabía identificar. Realmente sorprendente, y al principio hasta intrascendente.
Hace pocas horas que tengo whatsapp en el móvil. ¡El trauma! Mi primer móvil dáctil, en el que solo poner adecuadamente la yema de mi dedo sobre el cristal del celular, ya es para hacer un cursillo de paciencia y yoga. Todo un reto esto del planeta dáctil. O, como se llame. Me siento un pijo torpón ...
Esta tarde tenía sueño atrasado del día anterior que me largué de fiesta, y pensé que era momento fetén para recuperar dichas horas de sueño. Y, de repente, los silbiditos ...
Sí. Del whatsapp del móvil. Pero yo tenía que descansar porque mi cuerpo me lo pedía. Al principio, pensé que no pasaba nada  que no tenía importancia. Hasta que una catarata incesante de dichos ruiditos, me sorprendió sinceramente. Los silbiditos iban a arruinar mi más que merecida tarde de descanso.
Veinticinco mensajitos de whatsapp en un tiempo casi inapreciable. Toda una sinfonía invadiendo mi habitación de impertinentes acústicas. De modo que opté por apagar el móvil de una vez. No tuve otra opción. Supongo que si lo pongo en silencio, pongo el whatsapp pero también la recepción de las llamadas clásicas a dormir y no me entero de dichas llamadas. Mi madre no está bien, y siempre tiene uno temores ...
Silenciar el whatsapp sin silenciar las llamadas telefónicas me temo que es una opción que tiene mucho más que ver con los deseos que con la realidad. A veces se hace uno preguntas ideales pero carentes hasta de mercader fundamento y de inútil solución. Si el móvil está en silencio, evidentemente la totalidad de las aplicaciones, también. ¿O, no? ...
Desvelado, se me ocurrió reflexionar sobre lo que representan hoy los gratuitos silbiditos en este mundo actual e impepinable. Esto es una nueva forma de comunicación. Un nuevo idioma. Aprender un lenguaje nuevo y apasionante, y hasta hacer un poco de significativa sociología. Aunque sea un poco de modesto salón.
Las personas, los grupos, están en contacto sin estarlo y desde sus lares respectivos. Desde esos sitios distantes, planifican su tiempo de ocio, y se lanzan propuestas, y se hacen indicaciones y sugerencias, y se saludan, y pergeñan sin comprometerse demasiado sus próximas horas.
Es un idioma sordo, con olores de silbiditos, en los que te puede apasionar cómo se plantean las cuestiones, y cómo son y se presentan en los grupos los unos y las otras. Viceversa.
Pero lo más hermoso es el descubrimiento en sí de este idioma, que parece como el francés, o el alemán, o el inglés, o el personal, o el de andar por casa, o el estratégico, o el pensarse que interaccionar desde ahí nos hace sentirnos menos solos, y cosas así.
Lo moral, sobra de ese lenguaje whatsapp. Las gentes son así, y actúan así, y con ese acento, y con sus realidades, y con sus imposturas, y con sus gracejos, y con sus vanidades, y con sus egoísmos, y con todo el magma de sus diversidades.
Me alegro de haber sufrido los silbiditos, y trataré de defenderme de ellos. Pero nunca perderé de vista las interacciones que se cuecen en este nuevo modo de comunicación. Porque entre silbidito y silbidito, puedo entrar con toda la luz y toda la fuerza en el mundo de hoy.
-ME GUSTE MÁS O ME GUSTE MENOS-

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