Me gusta la canción de los no dioses. De los que siempre han de tener defectos. Es bello tener carencias y tics, errores subsanables y toda la humanidad.
No creo en Don Perfecto ni en sus ínfulas. No me convence que nunca nadie haya hecho nada malo en su vida. Acabemos con ese mito.
Es tierno y hermoso parecer humanos y de la calle, y muy normales, y hasta impredecibles y exagerados, y diferentes, y osados y sorprendentes.
Me atrae la gente rara, la poco convencional, la que nunca sabes por dónde va a salir, la que duda y te deja a ti en el limbo; la que tiene todo el derecho de tu sensibilidad a cagarla y bien.
El rock de la mano sorprendida que se va a la nariz en busca de cosas impropias. Esa mirada que vizquea sin maldad, ese cojo maravilloso que es capaz de hacerte vibrar, ese excesivamente bajito que llena más que tú, o ese gigantón interminable con el que nunca debes ir a coger higos.
Esos pies que se van a la mesa y que solo comprende el cansancio y el bienestar. Ese descalzarse en el autobús, en la vía pública, en medio de la aparente y férrea moralidad. Algún escupitajo sedante.
El vals del que pregunta contínuamente sin el menor deseo de escuchar a nadie, el hortera inteligente que se viste mal para llamar la atención, el viejo que adora a la señorita imposible y a quien se le escapa una babilla traicionera, quien no siente que se duerme en el seno de un acto trascendental, o sencillamente quien no disimula que no domina el hábito de afeitarse con presteza y hasta elegancia.
El swing del no cortés, quien grita el impulso y el gol delante de la tele de un barucho, o la vieja que le hace escrache sin querer a un confundido, o el cantante que no vale nada pero que al menos es capaz de hacerte reír y de nunca dejar a nadie en la tediosa indiferencia.
Al que le expulsan del campo por acordarse en percusión profusa y reiterada de la santa madre del árbitro de fútbol, quien tira las pipas al suelo sin darse ni pajolera cuenta, quien no sabe por dónde va pero no es malo, y quien no puede estudiar pero al que todos deberíamos concederle alguna tarde una clase magistral de lo que sea y él quiera.
Music Beyoncé. Me enamoran las mujeres de cualquier edad y sin medida. Las que no miran demasiado al pasado y se lanzan de cabeza a la aventura de la osadía conquistada. Me hechiza su mágica malicia y la velocidad erótica que imprimen a sus más que velocísimos cruces de piernas. Fastuoso.
Jacko, trhiller eterno. Amo el desorden y la naturalidad. Quien se ríe a carcajada batiente porque ya está hasta el gorro de los protocolos y tira a la alegría su sinceridad imparable. Me gusta la discusión y la forma bien distinta y hasta enconada que se tiene en el seno de un grupo casi sin conciliación. Deseo el rayo, la nube, el viento, y que todo se ponga anticiclón cuando ya no te lo esperas. La buena sorpresa del Aemet que falla bastante.
Jazz de simpatía para con quienes tienen giba, me divierten los distraídos a los que no se les ocurre pensar que llevan la bragueta por abrochar o un roto como la copa de un pino tras su limpio pantalón. Adoro a los despistados, a los que huyen del orden y del automatismo de la pulcritud, a quienes son capaces de correr desnudos de pies y del resto del cuerpo en la carrera divertida, y a los que juegan a pasar entre sí mutuamente a pesar de que en el fondo se desean con más pasión que los imberbes adolescentes evidentes e incontenidos. Benditos falsos.
Música para todos los seres imperfectos y mi saludo fuerte y deslavazado, mi beso deseoso y fugaz, mi abrazo casi imperceptible, mi consideración un tanto increíble, y mi aceptación absoluta de la santa diversidad. Me niego a cantar y a afirmar que nadie sea extraño o peludo peligroso. Apostaré por el hombre lobo y la alquimia mucho antes de que logre salir toda tu luna llena.
-CANTA TU SON ZURDO-
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