América. El gran show. Los runners ávidos de nuevas y sucesivas sensaciones. New York. La canción de Frank y la ciudad del oropel libre y de los edificios que desafían a todas las alturas. El carisma del Este de Occidente. La ciudad repercusión, la cuna del poder, la gran aventura de la fantasía que vive al lado del mito Filípides. Cuarenta y dos kilómetros especiales. Y además, ciento noventa y cinco metros más de dolor y glamour. En grande todo. ¡Big!
Verrazano y esos hierros que hacen de puente y de sorpresa inicial. Correr en Nueva York no da miedo, ni frío, ni temblores, ni arrepentimientos excesivos. En Nueva York solo corren los testarudos elegidos que aguardan incesantes y hasta por internet que les llegue la grata noticia de que pueden correr en la Gran Manzana. A veces llegan cartas realmente maravillosas y de aceptación. ¡Wow! ...
Nueva York no puede ser más internacional y de prestigio. No existe ni una sola carrera en el mundo que tenga el sexy de ésta. Boston ya es casi militar y Londres es la vieja Europa. La marathón de Nueva York es el gran premio. Sencillamente, la rehostia ...
Cincuenta mil sonrisas de corredores llenarán la excusa del gran domingo anunciado en Noviembre. Cincuenta mil atletas populares y menos populares disfrutarán como niños del sufrimiento y del placer.
¡Véndeme marathón! Todo lo demás, es excusa. Quieres decir a todo el mundo que no solo estuviste ahí, sino que fuiste ahí, que sudaste ahí, que lloraste de alegría ahí, que te tuviste que retirar ahí, que batiste tu marca ahí, y que incluso te enamoraste en plena carrera de tu pareja valiente. Hubo toda la vida del mundo a través de esos kilómetros que nunca puede explicar la palabra o la letra. Solo, la decisión.
Muchísimos corredores vitoreados por la gran masa y el gran amor al fondista se dirigen cual superadores de mitos camino de ver qué sucede más allá. Se dejan llevar no solo por sus sensaciones, sino que huelen Nueva York y su circuito. La gran salvajada se vuelve ternura.
Ahí solo mandan las zapatillas y la distancia, las camisetas y el empeño, la fama y el interiorizar, todos los universos atléticos y la gran tradición mediática. La gran ventana neoyorkina se abre a todos los espectadores. América la grande se viste de marathón. Puedes ser del club de fans de esta loca y excitante idea. Todo lo que te imaginas, pasará en esas horas del American Marathon más llamativo y popular del universo. Aprovecha la ocasión.
Central Park. Las proximidades del green. El oasis. El gran jardín. Lo verde. La vida en vergel que habla un lenguaje propio que significa que lo estás consiguiendo. Central Park es el gran recreo con el jadeo en los dientes o con la serenidad en el porte. Da lo mismo.
Las endorfinas huelen a América. A fama. Como las euforias. La felicidad se hace baile y coito, penetración y rotura de barreras, fantasía y realidad se unen en verdad, el sudor se hace magia, y el lobo es muchísimo menos feroz. Es una maga.
Quien no llega, llora con la sinceridad de su mal azar. Quizás nunca más pueda lograrlo. O, ¡quizás, sí! Porque en magia nunca sabes. Y un mal día o una mala mente la tiene cualquiera.
Nueva York. El exhuberante marathón de Nueva York. Toda una marca. Esa cosa de color amarillo como un taxi de película en el que los africanos vacilan osadamente con sus genes de dioses. Ese enigma que solo tiene nombre de grandeza y de popularidad. Ese evento social que parece un Lakers-Knicks, o un Real Madrid-Barcelona, o una Oxford-Cambridge. Algo especial.
Pónganse los ejemplos inútiles que se quieran. Nueva York es una cosa propia y diferente que te atrapa e historiza. Te vuelve pleno y destacado. Te tornas de otra dimensión y de otra galaxia.
-TE SIENTES EL MÁS GRANDE-
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