viernes, 7 de octubre de 2011

- MI PRIMER FUEGO -



Con decisión sudorosa y adolescente, crucé la gran Avenida que separaba mi calle   de  la ferretería más próxima. Dura decisión. La vida, es probar. Nunca hay un tiempo    para  empezar. Para aprender. Lo importante, es intentarlo.
Lo que quería, era comprar un cacharro para calentar agua por primera vez en mi vida. Y eléctrica. Sí. Iba a encender un hornillo eléctrico por vez primera. Con solo abrir una llave. Todo dispuesto. Pero, aún deberían pasar muchas más cosas.
¿Se llamaría cazo?, ¿o sartén?, ¿o cacharro para calentar?, ¿o quizás una denominación pija y desconocida para mí? Porque, si le decía al encargado de la ferretería que    me    diera  un calentador de agua, a saber qué demonios podía enseñarme desde las estanterías. Era mejor ser cauto...
Y, modesto. Para empezar, el recipiente debería ser pequeño y muy económico. De acero  inoxidable, antiadherente, o como demonios fuera. Pero, pequeño, fácil de usar y de limpiar, y sin mayores preocupaciones. Os confieso que estaba preasustado. El verdadero susto tendría lugar más tarde.
"Quiero éste, y ya está". Ése mismo, le dije al empleado. Quería abreviar. Si estaba más tiempo en la ferretería, me entraría el nervio y la vergüenza, y podría    darse      cuenta  demasiada gente. Pagué, tomé el cazo por el mango bien escondido en una    bolsa     poco  transparente, y a salvo. Ya en casita. Menos mal. Fin de la primera parte.
Comienzo de la hora de la verdad. Enchufo el hornillo, y que salga el sol por Antequera. ¡Hay que escalar montañas y sin dudas dubitativas! Los huesos duelen al crecer, pero no si no te duelen, no creces.
No me veo. Los numeritos que indican la potencia del hornillo, me son quasi invisibles. Lleno el cazo de agua, y lo deposito encima del hornillo eléctrico. ¿Qué pasará?, ¿volará todo por los aires? Si solo quiero calentar un poco de agua, ¡leñe! No ha de ser tan difícil. ¿No?
Sí. Porque el calor, tira. Pero aún no se ve que hierve. Pongo el dedo y ya no está frío. Al revés. El agua comienza a calentarse. Pero oigo olor a quemado. ¿Se estará estropeando el hornillo recién adquirido la semana pasada?... A este cazo, le falta entrenar.
Conseguido. El agua hierve tanto, que decido darle a la ruedecita para reducir el calor. Y de repente, el piloto se apaga. ¡Ya empezamos! Pero, le doy más potencia a la ruedecilla,   y entonces el piloto reaparece y vuelve el hervor al agua. Y, esta vez, el proceso sigue su curso de la física y química naturales, y todo sale fetén. Albricias.
Lo confieso. Fue una menoridad. Hice mi primer fuego. Calenté el agua, transformé     mis indecisiones en sueños, concreté algo real; la casa funciona. La próxima vez, me haré un poleo. Y sobre todo, no me temblará la ansiedad sudorosa que tengo en mis piernas y en todo mi cuerpo.
- ¿ME PERDONÁIS LA BISOÑEZ? -

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