Ione es delgada y decidida. Tiene la mirada inteligente, y la coquetería guardada para epatar inesperadamente.
Antes de tomar un café, me pide tiempo porque debe resolver el tema de una denuncia puesta. Me tiene en off side durante veinte minutos de reloj. Ese tiempo mal éticamente empleado, me ayuda a observarla. Tiene mundo, mucho descaro, utiliza un bastón fino que debe usar desde que se fastidió una rodilla a temprana edad mientras hacía alta competición, fuma sin parar, se muestra brava ante un amable dueño del café que posee experiencia con la gente nerviosa, y me dice que su nombre es vasco pero que ella es de Burgos desde bien niña y nada de vascuence hay en ella. Yo, intuyo que es algún parentesco quien decidió su bautismo.
Ione habla de que ha decidido bajarse de un barco, dado que la organización en la que militaba y su amiga, le faltaron al crédito y a la dignidad, y que entonces todo se ha acabado y ahora se hará a un lado y elegirá su nuevo destino y su nueva libertad.
No es agresividad lo de Ione, ni tampoco autoafirmación. Cuando me confiesa que la operaron dos tipos que no la dejaron bien y que menos mal que un doctor japonés le suavizó las secuelas, la entendí mejor.
Ione me habla de los abusos tapados de la pederastia, y que con ella no cuenten quienes crean que va a tragar y tapar. Lo que pasa es que la mujer le arrea decepcionada al Poder, y por otra parte afirma no creer en ningún tipo de institución política o del tipo que fuere, y entonces me da pistas.
La mujer trata de decirme que ahora va a ser todo lo dura que pueda. Y me cita tres veces a su gata y su deseo de buscar otra vivienda y otros derroteros. Es como cuando a una campeona no la dejaran subir al podio, o que las deidades de la fatal injusticia la hubiesen mandado al banquillo cuando estaba en el esplendor.
Y hay una herida que permanece. Sus caladas nerviosotas y su tos de fumadora, la delatan. Hará atajos para volver a su olimpo. Al olimpo de su yo, de su adolescencia, de su juventud, de su energía en la naturaleza, de su seguramente piernas preciosas, y de su confianza familiar en los grupos cercanos.
Tras no dejarme hablar, y posteriormente acusarme de que yo no he contado nada de mi vida, Ione echa pestes de la navidad. Sí. Para la castellana Ione, la navidad es dulzura boba, que todos ahora somos mucho más bondadosos que antes de estas fechas, y que todo es una gran mentira.
Entiendo a Ione. Más de lo que ella pueda creer. Si te va mal y te sientes jodido e injustamente tratado por la salud de la vida, entonces te tornas más visceral, crítico y reivindicativo. Y siento que me gustaría saber cómo de competitiva sería esta mujer todavía joven, antes de la gravísima lesión.
Digerir una desgracia física y llevar un bastoncito delgado y coqueto para desconcertar, no ha de ser plato sencillo de saborear. Ahora Ione va a necesitar encontrarse con el cariño que parece rechazar disfrazándose de independiente y de resolutiva, y tener la fortuna de reencontrarse con aquella chica que se rompió demasiado la articulación de la pierna.
Volver hacia atrás. Rebobinar. Llorar todo lo llorable. Aceptar lo ahora inaceptable. No buscar calles de en medio y tener la paciencia santa de la serenidad. Ojalá Ione tenga fortuna y vuelva a mirar con ese tino de tiradora olímpica y personal en que se convierte cuando tras su mirada se rehace su inteligencia y su talento educado.
Ione parece recuperar su navidad, que es el renacer de su verdad. De una verdad en donde quepa menos el trabajo y quién sabe si la coca, agarre un buen vehículo y con copiloto, y tome una carretera que se lleve bien con la navidad, con el Himalaya, con la Semana Santa o la Tomatina.
Ione tiene recursos interiores, pero ha recibido palos. Muchos palos. Y sus heridas merecen la cura de un descanso, un desfogue, un yoga, un pilates, una acupuntura, y una recuperación personal de su verdad en paz.
¡FELICES PASCUAS, IONE!
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