sábado, 14 de noviembre de 2020

- JUANITO SOL Y MI ADOLESCENCIA. -



Trataré en este escrito de volver a mi adolescencia, y desde esta óptica será mejor narrar los sentimientos en mí cuando evoco la figura del gran futbolista del Valencia que nos ha dejado, como es Juan Cruz Sol Oria.

Un niño. Un adolescente pugna por ubicarse en el mundo hobbie del fútbol, como fue mi caso. Y yo soy muy familiar y un día me fui al Mestalla a ver a mi Valencia Club de Fútbol y de mi idolatría. Y cerca de mi ídolo Pepe Claramunt, había otro jugadorazo que siempre me sorprendía.

España era bajita,- yo incluso de mayor lo soy-, y recuerdo que para mí las estaturas de los futbolistas no parecían tener importancia. Y pensaba que que esto del fútbol es el balón y la habilidad, y el regate, y la virguería que te levanta, y el postre delicioso llamado golazo.

Crecer. Quieres crecer. Es necesario. Y más en esa época adolescente. Y va y casi de repente percibí que en otros países la gente era más alta, y que su estética también podía ser hasta rutilante. Más adelante todo quedaría sellado y confirmado cuando apareció el Ajax del gran Cruyff. O Beckenbauer, o melenudos que no solo eran de correr y de porfiar tras un balón. Mi tesoro escondido en el gran cofre del fútbol era el gran Pelé. Bajito también.

Pero el cuerpo te pide crecer. Y no digamos la mente. Y poco a poco, fui descubriendo a un alto melenudo que era vasco, que era el 2 del Valencia, que era espigado y rubio, y que no me lo esperaba todo tanto.

- "¡Que sube Sol!" ...

¡El grito de guerra! Era diferente y bien larguirucho. Alto para ser de España. Rubicundo, melenudo, pero elegante y abierto. El lateral derecho me enamoró. No recuerdo si defendía exquisitamente, pero inolvidable era cuando subía la banda y se lanzaba al ataque. Y cuando Juan Sol hacía éso, entonces unía la expectación al peligro. Como un extremo más que viene de sesenta metros atrás. Aparecía corriendo como un gamo con su zancada poderosa, y siempre centraba. Y ya estaba el ¡ay! en la grada, o sencillamente un remate de algún delantero que acababa en la red.

Sí. No me gustaba Schuster en la Alemania con la que ganó con veinte años casi él solo un Europeo. Luego crecí, hasta darme cuenta de que ha sido el último gran mito vivo del fútbol de Alemania.

Cuesta crecer. A Juan Sol, no. Llegó bien joven de la guipuzcoana Elgóibar, triunfó sin problemas, fue positivo y feliz, le apodaban "loqui", fue internacional absoluto con la Roja, ídolo y mito, fichó ya vetarano por el Real Madrid, y luego se instaló en mi Valencia para siempre. Y nunca fue de creído ni de sobrado. Sol fue el Valencia, como Claramunt, Mundo, Puchades o Waldo. Pero un vasco sencillo, modesto y alegre. Siempre le admiré. Vino en silencio y se acaba de ir sin alharacas. Fue sencillo y enorme. Y más que querido por todos. ¿No es ejemplar y difícil todo lo anterior? ...

Nunca olvidaré el cariño y la admiración que yo le tenía de jugador. Recuerdo una mañana soleada. Creo que no era día de partido. Y alguien y bastante mayor debió de ver y reconocer a Juan Sol en la Avenida de Suecia,-la calle del Mestalla-, viéndole subirse a su coche a punto de partir. El anciano se acercó al coche de Sol, -ya dentro del auto-, y comenzó a aplaudirle con unas palmadas tan fuertes que aún hoy me parece estar escuchándolas. Aquel hombre estaba más que entusiasmado con Sol. Le llenó de piropos y elogios. 

¿Quizás el anciano no pudo crecer y bajo las loas estaba la impotencia de alguien que no era feliz? ... Nunca lo sabré. Pero yo sí que sé que Sol me hizo feliz y descubrir otra forma atractiva y estimulante de jugar al fútbol. Me hizo crecer y admitir a los altos que también son unos fenómenos. Y ya lo dije. Soy bajito. Pero el crecer no solo es estatura física. El fútbol de aquí de Juan Sol me propuso nuevas miradas acerca de este deporte. Y el niño que os escribe, decidió mirar al atletismo como nuevo reto, y correr y correr más, aparte de querer hacer regates y filigranas. Correr era crecer. Era venir del atrás y sorprender. Decidirse. Ser más sólido y tener un nuevo prisma en el mirar. Me pone muy triste su óbito. Pero sé que Sol nunca para de correr y de subir al ataque.

-ALLÁ EN DONDE ESTÉ-
 

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