martes, 17 de noviembre de 2020

¿EL MISTERIO?



Si nadie mató, ¿qué hacía ese cuerpo desmembrado y sanguinolento en el suelo? ... Nadie dijo nada. La ausencia parecía un tic sin rigor. No. Nadie nunca hizo nada ni fue el hacedor del asesinato.

No hubo juicio. Ni caso. Se dijo que no era un cuerpo humano lo que algunos pudimos ver. Que, era cartón piedra y hasta efectos ópticos y especiales.

Pero yo os aseguro que lo vi todo y no me creo nada. Mataron a una mujer de mediana edad. Nadie nunca me cree. Pero yo estoy seguro de que no va por ahí. Y que lo que se pretende es negar al cadáver para desechar la idea de culpabilidad.

No tengo dudas. A esta mujer la mató un tipo más que poderoso. Alguien con más influencia en la geoestrategia de lo que podáis pensar. Puede que un reputado premio nobel, o un gran estadista, un carismático líder religioso, un veterano presentador televisivo, o un multimillonario que desconoce la enorme magnitud del dinero que tiene. Un líder.

Conozco bien la idea. Se trata de generarme la duda interior. De que yo dude de aquel cuerpo desgraciado que vi. Fue una mañana de primavera, con un sol espléndido, y cuando las primeras flores anunciaban todo el esplendor venidero del ciclo de la belleza.

Pero a mí me falta alguien y soy crítico. Y defiendo mis ideas hasta la extenuación. Mi certeza es plena. Y mi pulso con la verdad oficial es potente. Porque me consideran un derrotado, alguien sin testigos, un charlatán, una birria jurídica carente de pruebas, etcétera. Pero yo sé para mí que no juego a inventarme nada.

Fue en abril. Tengo datos. A aquella mujer la mataron en abril porque yo la vi su cuerpo y poseo retentiva en mi memoria. Y muchas ganas de moverme. Y siempre que termino mi cotidiana labor de periodista, encuentro un hueco para no dejar de perseguir a la gran mentira oficial. Me llaman utópico porque llevo dos años infructuosos y que parecen en vano. Y que todo me será un fracaso. Y que si me meto demasiado en el meollo del misterio sin resolver, aún lo pagaré yo.

Pocos saben que ese fatídico día yo hice una foto con el móvil. Y la guardé en la nube. Y que por mucho que me pirateen o me controlen, la nube me protege y es mi más fiel escudera. La que verifica y certifica mi verdad.

La mujer debió ser hermosa, y humilde, y un día pasó por el deseo de un dios humano en la Tierra, y entonces hubo el consenso definitivo para ellos. Si aparecían vestigios de verosimilitud en el hecho narrado por mí, les iba a costar muy caro. Por tanto colijo que es gente superpoderosa económicamente, la cual ha pactado con el Estado o los Estados un silencio interesado y definitivo.

Pero yo nunca pararé de ser su mosca cojonera y nunca un pelota de tres al cuarto. Aunque no me reciban las televisiones ni los medios ... Incluso aunque pueda ser persona non grata para el face, el instagram o el twiter. Aunque todos ansíen cerrarme todas las puertas.

Y yo sé por qué no me atacan. Y se limitan por tanto a ningunearme. Porque no quieren repetir la experiencia. Si me eliminan, ya seremos dos. La mujer, y yo. No les soy peligroso. Pero, me subestiman ...

Porque no saben que en mi nube de la sensibilidad y de la justicia está el recuerdo ético de aquella mujer que nunca debió morir de aquel modo tan horrible. Y yo sigo todos los días a la mía. Sin importarme el qué dirán. Y hasta el final de mi tiempo de vida seguiré trabajando con la foto de la mujer, y buscando referencias y luchando contra los aparentes blindajes imposibles.

Y, lo lograré. Y entonces muchos peces gordos caerán en la red de la verdad. Y si finalmente no resuelvo, moriré con la mayor paz con que es posible expirar.

-TRANQUILA MI CONCIENCIA-
 

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