jueves, 15 de agosto de 2019

- CINE CLÁSICO= "CUENTOS DE TOKYO". -




Japonesa y eterna. Aplicable a cualquier sociedad y a su evolución y transformación. "Cuentos de Tokyo", del gran director Yasujiro Ozu.
"Vivimos demasiado lejos", o "ir despareciendo". Son frases que te dejan tocado de realidad. Tras la Guerra, Japón ya no puede ser la psicología que fue porque siempre se impone un nuevo horizonte. Pero lo más denso del film inolvidable de Ozu, es que apenas hace crítica que no sea construyendo unas nuevas razones.
Esta película es la aceptación sincera de lo inevitable. Cuando los abuelos de una familia humilde y trabajadora visitan Tokyo procedentes de un pueblo natal lejano, yo veo ya en las primeras imágenes cosas de hoy. De ahí la magia que contiene este film.
Veo que los nietos se han vuelto desobedientes, occidentales, rebeldes y de otra esfera. Son el hoy. Antes, la sociedad japonesa se movía por entre otros valores.
Pero los abuelos de los niños no se molestan por la actitud de los nenes. Porque camino de Tokyo ya han visto demasiados precedentes. Afirman y es totalmente cierto, que en Tokyo hay demasiada gente. Y que el ritmo capitalino es para la gente joven, y nunca para los mayores improductivos como ellos.
Siempre una sonrisa de aceptación en los padres. Sus hijos ya tienen en el trabajo su sentido de la vida. Ya son industriales y aceptan los nuevos tiempos casi sin pensar. ¡Cuán difícil ha de ser aceptar y aceptar los cambios! ...
Estorban. Los abuelos se dan cuenta pronto de que en el mundo de Tokyo ellos están interfiriendo en esa nueva realidad cotidiana. Y siempre apuestan por la naturalidad de las cosas. Sus hijos les emplazan a un hotel-residencia, pero eso los abuelos se sienten incapaces de soportarlo.
Todo acaba siendo la gran distancia imparable. El reloj de la vida y sus saetas no se detendrán jamás. Y los abuelos deciden volver a su pueblo de origen. A, su sitio.
La abuela intuye que ya no verá más a su familia. Y lo acepta. Y su intuición cristaliza al enfermar y morir. Cuando se reúne finalmente la familia en el sepelio, una voz crítica levanta su voz y llama a su familia y sociedad con el apelativo de egoísta y de vivir para el trabajo. Pero otra voz hermana le recuerda la libertad y las nuevas perspectivas. Que, anteponen su felicidad, a las de sus padres. Que han de decidir. Que las cosas son ya así. Que el antes y el pasado siempre mueren. Que los hijos de los abuelos nunca pretenden hacer daño a sus mayores, y que ahora deben volver al trabajo cotidiano. Que no hay ni debe haber cruce de acusaciones y que las cosas intergeneracionales suelen ser así. Nadie contra nadie. Es lícita la nostalgia del ayer,-inevitable-, pero ahora toca moverse y espabilar, y seguir, y estar a la altura de lo nuevo y de las exigencias. No se busque maldad ...
Es la historia de un "ir desapareciendo", pero con calma, convicción, y lirismo oriental e inteligente. Magistral. Humana.
Por eso admira la insistencia con la que los abuelos,-incluída la abuela que ya no está-, le dicen a su hija viuda que deje los miedos y que se case y que incorpore nuevo amor a su corazón. Es un canto. Como ese barco haiku que camina dentro del río rumbo siempre a un destino.
Es una película potentísimamente densa y que te deja afectado. Porque el pensamiento es general y vitalista. Y al final, el abuelo viudo y solo, saluda sereno a quien menciona su soledad.
¡IMPRESCINDIBLE!

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