viernes, 23 de noviembre de 2018

- EL AFECTUOSO EMPUJÓN DE ROSA -




A veces el aprecio es personal y hasta enigmático. Surge. Como todos los grandes y necesarios enigmas. Rosa es de mi familia,-aunque no figure en el libro-, y no se rinde.
Hace tiempo que yo la notaba rara. Extraña. Asustada y hasta irrespetuosa o brusca. Sensacional, y siempre con la experiencia que dan los años vividos. ¡Qué suerte el vivir! ...
Rosa viene todas las semanas y me ayuda a que la casa esté decente. Pero hay mucho más. Porque Rosa es una gran persona. Y lo demuestra, y no le gusta que le vayan con lisonjas o halagos excesivos, dado que es práctica y otra sobreviviente como lo soy yo. Afirma desde su cáncer y sus mil calamidades de salud, que yo le he salvado la vida con mis apoyos de diversa índole. Y la única verdad es que ella hizo en tiempos gimnasia rítmica y su cuerpo y espíritu son fuertes como una roca. Por eso vive y me quiere.
Habla atropelladamente, y su corazón es blanco y noble. Seguramente, si me lee en el blog no le hará gracia. Pero no me preocupa porque ella desconoce la dirección de mi blog y no hay peligro de que mire por la pantalla.
- "Pero, Rosa ..."
- "Me pasa todos los años. Es la depresión. Es algo que no me deja. Es ..."
- "¡Venga! ¡Cuídate! ..."
No le pasaba todos los años. Era otra cosa lo que la tenía rara con respecto a mí en las últimas semanas. ¡No! Me evitaba porque no quería hacerme daño. Había averiguado algo duro para mí, y se debatía entre si referírmelo o callar para siempre a causa del efecto emocional que podía tener.
Se decidió hace unos días a contármelo todo. Yo, no podía entender alucinado apenas nada de lo que me decía. Creía que me hablaba de su finca de la valenciana calle de Guillém de Castro en donde vive. Pero, no. Se refería a la mía. Estaba desarbolada, nerviosa, llorando, desgarrada, y con su voz imparable saliendo a borbotones. Yo, decidí guardar silencio. Era lo mejor.
- "José Vicente, ¿sigues ahí? ..."
- "Sí. Claro ..."
Me decía que ya se había acabado el tiempo de las imposturas. El tema de las grietas y humedades solo se iba a solucionar, afrontándolo. Comunicándolo a los vecinos, llamando al perito del seguro comunitario, y todos esos trámites tan farragosos como ineludibles.
- "Pero, ¿qué me estás diciendo, Rosita? ¡Por Dios! ..."
- "¡Lo que oyes" ¡Haz lo que te digo! "
- "Pero, Rosa ..."
- "No te lo quise decir antes, cariño. Pero si no saneáis la techumbre, la finca se deteriorará y ya no habrá más soluciones ..."
Pasé y paso días muy duros. El futuro de mi casa y de siempre, está en un brete. Ruego a toda hora que se sanee todo, que se paguen los presupuestos, pedir las subvenciones, y todo lo que hay que hacer, ¡coño! ...
Rosa demuestra su cariño con gestos oportunos y elocuentes. Me empujó desde la desesperación a que se siguiera avanzando y a que no me quedara aterido de miedo en espera de lo peor. Ese tejado está hecho unos zorros y hay que actuar.
Discutí con Rosa, reñí con Rosa, me cagué en todo, el enfado es brutal, la contrariedad es inesperada, y todo está plúmbeo y casi desolador por ahora.
- "¡Échale un par de cojones, José Vicente! ..."
La entiendo, la aprecio, me duele lo que me dice pero tiene razón, me faltó porque está nerviosa de miedo como yo lo estoy,intenta que sea coherente, y hoy nos hemos calmado con un precioso consenso.
Tras hacer la escalera y arreglarme una puerta que no cerraba a causa de la humedad, Rosa, ya en la calle, se ha girado y al verme en el balcón me ha saludado con la mano. Y yo le he dado un beso en su dirección con mi mano igualmente. Lo merece más que de sobras.
-MI AFECTO ES ETERNO-

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