jueves, 5 de julio de 2018

- DE NUEVO LOS SANFERMINES -




Pezuña de astado, resbalón al amanecer, aventura australiana, evento que ya no necesita márketing de anunciación. ¡Gora San Fermín!
Toros y fiesta. Birras de guiris al sol. Dos ángeles de down dando el chupinazo. Rienda suelta a la esperanza. El verano de Pamplona pasando por este julio coqueto y abrasador. Masa carpetovetónica e irracional. Jóvenes y jóvenas dando gritos y desconectando de las obligaciones y de los tirantes de lo cotidiano. San Fermín Fiber.
Pañuelos en honor al santo. Toda la tradición del gran negocio. Las ocho de la mañana. La televisión y la espectacularidad de una película demasiado masiva y temeraria. Pero que tiene el desafío del riesgo y del envalentonarse para luego contarlo.
Hay tradiciones que parecen coexistir y cohabitar con acierto en la era digital. Hasta el machismo. La no crítica se ha deslizado maravillosa y esperanzadoramente del lado femenino. Nadie politiza. Solo sale a la superficie la baba de unos violadores a los que la Justicia les dio demasiada suavidad. Por eso hay mujeres que este año se visten de negro.
Hay un choque de esencias. Navarra es muy suya. En su universidad hay gente del Opus que sabe ganar y dominar. Como los pastores angelicales que defienden el tráfico de la melée de rugby que se acerca peligrosamente a la vida de los mozos inexpertos y embrolladores. Y con esos modestos periódicos salvavidas hacen milagros y ponen defensa entre la muchedumbre enloquecida de excitación loca.
También hay lucha de genes y ancestros. "Ese toro pesa seiscientos kilogramos, pero no logrará hacerme nada" ...
En los distintos focos médicos, las ambulancias y los puestos sanitarios tienen prematura faena. Esguinces, torceduras, contusiones, cornadas y mucho vademecum de hospital cariz.
Lo demás es la extraña y vivida libertad que al mundo parece ofrecer esa gran locura libre que son los sanfermines. Fijaos cómo siempre hay un valenciano vestido con la camiseta de la senyera en momentos mediáticos de los encierros que a nadie deben dejar indiferente.
En los sanfermines se hace de todo menos ir al despacho con corbata a trabajar. Y eso que no hay playa. Los mozos de todos los países del mundo con holguras económicas y posibilidades, solo quieren crecer y desentenderse. Y los sanfermines inciden en esta idea.
Se llama, fiesta. En Google se hinca la mirada para escudriñar y tratar de descifrar el significado de esta palabra que quiere llamarse libertad. Y hoy lo digital es mucho más rápido que un toro, un sexo o un avión.
La imagen. La imagen que damos. Y la imagen que recibimos. San Fermín tiene todo de imagen y de cámara sofisticada y japonesa. Como las Yamahas de Valentino. O como los rodeos de la América profunda y vaquera.
Hay un yoga de exceso, de tiempo presente que besa al de antes; existió un Ernest Hemingway mítico y desconocido que impacta contra los cerdos de La Manada y te hace pensar por fin.
La mujer, su sonrisa, su belleza, su derecho, su persona, su defensa, no todo vale, hay que contenerse más, hay que entrenar, hay que intentarlo. Porque la mujer existe exactamente igual que el varón, o que el balón, o que la bota de vino o el riau riau.
¡GORA!

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