domingo, 21 de septiembre de 2014

- ESCOCIA, CATALUÑA, TABÚES QUE CEDEN -



Ha ganado en Escocia el no a separarse del Reino Unido de Gran Bretaña. Pero lo que ha surgido imparable e incontenible por encima de todas las cosas, ha sido la presencia viva de la democracia sin cortapisas o ambages. Frente a la idea quasi mágica de las uniones sin fisuras que parecen propiciar los mercados y su capitalismo, hay realidades y derechos. Diversidades y deseos. Mucha verdad a la que nunca se puede renunciar.
Se sabía poco que en Escocia había personas que querían la independencia del Reino británico. Ahora, la libertad hace de amplificador y nos permite visionar toda la realidad. No hubiese sido sano que la gente no hubiera podido votar. El referéndum escocés refuerza finalmente la verdad democrática. Clarifica las cosas y las sitúa en un punto de mayor ajuste.
Éso, es una democracia valiente y fuerte. Marca tendencias y actualizaciones. Hace visibles los deseos y la carne social. Importan al menos por igual el money y los ciudadanos. Y los diferentes pueblos arriesgan y apuestan por su verdad más sincera. Tienen derecho y son escuchados.
Dentro del marco actual español y constitucional, parece que eso no puede llegar por ahora al pueblo de Cataluña. Y es sintomático de flaqueza democrática. El miedo a la libertad de la expresión de la ciudadanía, es un ejemplo de que ser demócratas por aquí supone un mayor esfuerzo. España es menos democrática que el Reino Unido. Los anglos acometen sus retos con valentía y lógica democrática. Aceptan más las cuestiones, aunque no les pueda gustar.
Cataluña tiene derecho a que conozcamos en votos su opinión de pertenecer o no al Reino de España. Debería tener derecho constitucional a saber qué se prefiere por esos lares. Sería todo más auténtico y clarificador. No debemos mirar hacia otro lado cuando los ciudadanos libremente expresan su opinión. Lo otro, es cagómetro democrático. Falta de coraje. Agarrarse a los clavos de los pasados.
No importa la geografía, o los metros cuadrados de tierra, o la presión de los tiburones financieros. Lo que importa es que la soberanía reside en el pueblo. Cosa que solemos olvidar con facilidad. Si Cataluña desea apañárselas en solitario, deberíamos aceptar esa decisión. Y todo quedaría abierto, definido, claro, más real ...
Lo mismo exactamente que si en Cataluña gana el no. En el fondo no es lo más importante. Lo que tiene valor democrático es la ruptura de mitos o tabúes que se tienen por incuestionables. Las minorías, son y están. Deben de contar más de lo que cuentan. Porque también la minoría es verdad. Un no en referéndum es un resultado coherente y oportuno. Más allá de las frustraciones o de las alegrías, hay unos sentimientos que siempre hay que respetar. Todos existen.
Al igual que a Escocia, a Cataluña deberían dejarla igualmente expresarse. Los miles de personas en las calles con las banderas, no han de ser imágenes baladí. No debe temer. Si somos coherentes, la palabra miedo debe escasear.
En estos momentos, los mercados aprietan los dientes y tragan quina esperando resultados favorables a sus inmovilismos. Por eso tienen siempre un excesivo protagonismo en las reglas de juego de la verdad. Y esa pugna no debería ser tan encarnizada.
-EN GRAN BRETAÑA NO LO HA SIDO TANTO-

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