jueves, 1 de enero de 2015

- A PROPÓSITO DE "EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS". -



Regalo de película de Peter Weir. La poesía no es ninguna estética menor para bohemios elitistas. Sino una reflexión brillante acerca de la necesaria libertad que dará paso al tiempo de la sonrisa feliz e inteligente.
Como la irónica del profesor de literatura que encarnó el actor Robin Wiliams. La poesía y la heterodoxia. Nunca dejar de explorarse todos los posibles recovecos personales y de la vida. La poesía como un camino diferente para llegar a donde has de atreverte y en donde debes arriesgar para no estar siempre en el mismo sitio donde otros puedan querer y tú no. Quizás lo hayas de lograr.
El bisturí de la verdad. El poner en solfa absolutamente todo el sí y lo establecido. Otro camino que sí se puede y debe transitarse. Porque el camino es impepinable.
Los jóvenes alummos del instituto recelan a priori del profesor de literatura al verle tan diferente. ¿El extraño estará loco? Pero, poco a poco, va cayendo el hielo inicial dejando paso a un mágico y sugestivo calor. Todo va encajando y sorprendiendo. Diversión.
Los muchachos son jovencitos que necesitan mucho más de lo que creen. Están en el tubo de lo establecido y de lo rígido, en donde falta una sal necesaria y una renovación deseosa y loable. Por eso los chicos acaban jugando a poetas sin saberlo del todo, y confunden la poesía con el show.
Todo es poesía. Hasta el aprendizaje es poesía, y la nieve es poesía, y el deseo, y las chicas, y la disciplina, y la osadía, y la vida que nace y la que siempre sigue, y la sorpresa es el alimento de la vertiginosa y fascinante verdad de la libertad. Lo diferente es amigo.
Creatividad. Los chicos descubren facetas inéditas en sí mismos y para lo que les rodea. La adolescencia y la juventud son la misma poesía que la vejez o la madurez. Y entonces los muchachos se lanzan a experienciar y a experimentar un tiempo nuevo para meterse en cuevas y abrazar las praderas de la hierba verde exterior.
Lo establecido no parece muy poético. Sino estático y mordaza opresora. Es cuestión de tirarle valor. Llega el amor como un impulso y la chica acepta ese impulso. Llega el momento de saber qué quieren ser de mayores, y de elegir carreras y retos de horizonte. Y las ganas de concretar dichos deseos.
El profesor ya lo había anunciado al comienzo de las clases. Se había subido a la mesa e invitado a sus alumnos a hacer lo mismo. Porque desde el poder las cosas se podían ver bien diferentes. Desde arriba se ve todo de otra manera. Hay que izarse pues.
Cuando uno de los alumnos decide desobedecer a sus padres para ser feliz, sus progenitores son implacables. Eso del teatro y de la poesía no podrán ser su camino: "Hijo, ¡deja de joder con la pelota y obedece..!" Y el muchacho se ve sin su deseo y sin libertad, y acaba decidiendo su peor destino que es la muerte fatal que tanto inspira a los poetas. Pero los poetas nunca están muertos porque son una fuente imparable de transmisión.
Tras el suicidio del muchacho, el director del instituto reúne severo y tajante a los miembros del "club de los poetas muertos". Les exige obediencia a la tradición debida. Y en ese momento terrible y mágico a un tiempo, aparece azarosamente el poeta profesor de literatura y de vida. Aparentemente, se va ...
Y entonces los muchachos se rebelan poéticamente y a su manera contra el método y el director. Y poco a poco se van subiendo encima de las mesas ante la impotencia del citado director de tradiciones. El muchacho no había sido más que la víctima de un sistema de las cosas donde la felicidad y la libertad se contemplan como algo baladí y hasta inadecuado y subjetivo. Lo que pasa es que los chicos habían logrado soltarse y desembarazarse del gran corsé.
-PODÍAN PENSAR-

0 comentarios:

Publicar un comentario