jueves, 22 de enero de 2015

- NO QUIERO -



No quiero acordarme de tí. No. Aquello que pasó entre nosotros ha de encerrarse como las cenizas en la nada. Ya no quiero hacerte caso. Porque no me interesa nada de aquel tiempo, y hasta casi maldigo aquellos días extraños y hasta desconcertantes.
Me has visto en la parada del autobús y has hecho lo mismo que yo. Hacer que no me conocías. Pero luego te ha podido el orgullo y la aparente extrañeza. Querías reinvindicarte ante mí y ser la educada y la ganadora. No te creo. No quiero creerte ni me da la gana.
Sigues teniendo en tus ojos aquel orgullo y aquella mirada mezcla entre distante y penetrante. Y te sorprende ahora que no quiera saber nada de tí, ni de aquel tiempo lejano y terrible del senderismo dominical, y nunca entenderás que todo ese atrás no me atrae lo más mínimo. Tú no me atraes. Nunca me atrajiste, y ahora ya soy capaz de hacértelo llegar con mi actitud nueva y de presente de indicativo. Ciao.
Borrar el otrora se puede. Pero tú no te enteras. Tú sigues yendo a la tuya con tu miopía aparentemente inimaginable. Tantos domingos juntos y tú nunca te enterabas de nada. ¿Qué puede sorprendente ahora de mí y en mí? Absolutamente, casi todo.
Ya casi ni me acuerdo de cómo te llamas, ni me importa el no acordarme, y rechazo la figura del antipático de tu marido, y de tanto impostor que nunca vio ni quiso darse cuenta.
Si te vuelvo a ver, si vuelvo a coincidir contigo en otra parada de autobús, si por lo que sea nos vemos, entonces seguiré siendo serio y severo con tu mirada y tus poses de señora de nivel. Pasaré de tí, y de tus formas destacadas, y de toda la puta evocación y nostalgia. Seré el de hoy y que ahora nada tiene que ver con aquel soldado potente de las montañas. O lo que fuera yo, que no importa ya.
Pero ni tan siquiera en eso repararás. Porque ni me conociste ni me vas a conocer ahora. Ni desear conocerme. No creo en tí. Nada. No creo, ni en el yo de aquel tiempo, ni en las montañas de las excursiones pasadas y anodinas, ni en las chirucas, ni en aquella manzana que te ofrecí en un día de potente calor, ni en el machacarme de sudor en los desniveles de las rutas, ni creo en los volantes ni en las ruedas de aquellos autos que me llevaban desde la piedad al mundo negro de la nada. De la no sonrisa.
No estás. No eres. Solo, la foto de unos momentos que ya me los quité de encima y que pasaron de largo. Todo aquello fue un no aprendizaje, una pérdida de tiempo, una desconexión, una triste anécdota, una inercia foránea y una ausencia definitiva y de abrazos de verdad.
En tu tiempo y en todo lo que me representas, está el vacío y la nada, la ausencia y la tristeza, mi incapacidad para contarte la lágrima que me salía de adentro, y tus orejas ciegas y extraviadas.
Tu tiempo es ese trozo que me sobra y que deseo desterrar. Y aún me duele porque toda muesca deja rastros, y uno es emocional y nunca de piedra. Y yo fui una anécdota en aquel tiempo de desencuentro y de idiomas trabados e ininteligibles. No, adiós. Yo fui el que pude ser, el que ya no es, el que nunca sabrás quién era y por qué estaba ahí físicamente tan cerca de vosotros.
Porque en el fondo todo fue una vicisitud y un enigma, un deseo rabioso y alocado, una sinrazón con nobleza, un hércules blandengue, un yo con sabor a otra cosa, una aventura sin pies ni cabeza, ni tú, ni ellos ni nadie. Sí. En esos tiempos de tu no estar estando, solo puedo recordar frío y soledad, debilidad y dependencias, desencanto y dolor.
De modo que aléjate de mí. No te acerques. Y si lo haces, entonces yo me defenderé y me marcharé. No me estaré justificando jamás. No lo mereces. Ni yo merezco perder mi tiempo.
-HASTA JAMÁS-


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