De niños y de reyes. Magos por supuesto. Los regalos. Melchor, Gaspar y Baltasar. La tierna e inocente infancia. Noche de esperar y de ética. Noche de padres ilusionados y de nenes alegres. Algo ha de pasar. Y bueno.
Noche de esperanza. Como si todo lo anhelado estuviera en disposición de cumplirse. Noche tranquila y amable. Noche de unos ojos enormes que aguardan el bien. Noche de Disneylandia y relajación. Noche compartida, carnaval de deseos, caramelos electrónicos con mil posibilidades, y toda la buena magia.
Sí. Magia. Plastilina. Los malos se harán traviesos y los cortesanos esclavos. Los paquetes de jabón se harán luces de colores y de ellos emergerá ese último regalo que tanto deseas desde que empezaron las vacaciones de Navidad. El árbol que se vuelve pájaro, y las camisetas que se hacen calcetines, y los zapatos con olor a colonia que vuelan como si fueran nubes, y la mujer barbuda, y los leones unos gatitos, y el mundo al revés, y los niños unos abuelazos de ciento diez años, y los calvos melenudos, y los gigantes bajitos, y los triángulos cuadrados, y las lágrimas de bohemia que se hacen cristal.
Brillo libre en la noche de los deseos. Vasos que se tornan lápices, sabios acémilas, vademecum de amor, lazos de trenzas, récord mundial de ser felices, televisión de papel, periódico de mármol, medias de mariposa, adornos arcoiris, ternura ciclópea, cuerno de algodón, caracol supersónico, burro genial, guapo de infierno, mayorote ful, joven experto, vida que se reproduce por huevos, invierno con la luz de la primavera de la playa de La Malvarrosa. Valencia, España, Mundo, Universo, Infinito en expansión, sin medida y sin represión. Creciendo y creciendo, aproximándose el bien a la verdad, y el pie humano posándose en todos los rincones habidos y por haber.
Astronautas subiendo las cumbres himalayas, carrozas y cabalgatas en el centro de África, regalos y más regalos para todos, la posibilidad concretada de la felicidad, un mundo sin barreras ni vallas, sin dioses entre los hombres, genialidades inesperadas, tormentas de azúcar y sal, chucherías en el Estadio Bernabéu, la gran película del niño héroe que siempre acaba saliéndose con la suya, los milagros, el balón, los prodigios, el todo puede ser, el por qué no, todo abierto y en solfa, el sonido imposible, el silbido de hierro, el árbitro intocable e idolatrado, el profe que no sabía leer, Harry Potter y tú, tú puedes ser el reino y el centro de todas las miradas y de todos los focos.
Se puede triunfar, y ser el mejor, y destacar, y especial, y algo tierno y atractivo, y social, y beso y mil caricias, y una canción de Sinatra, y Justin Bieber, y Beyoncé, y Rianna, y Mireia de las piscinas, y una cosa benéfica, y un rayo de amor.
Noche de estar ahí contigo, de nada de soledad, de olor a camello soñado y a regalo en el zapato del corazón. Y de ser creativo e imaginar el acierto y la puntería, y a Messi y a Cristiano Ronaldo, y a jugar a todo lo que se puede jugar, y a descubrir ese enigma de práctica de descubrimiento y relación de compartir que es dicho juego.
Niño, parchís, bolsa de globos, color a ternura, maquillaje de parada mora, noche confiada en donde siempre habrá un lugar para mamá y para papá, y en donde sabes que mañana al despertar se cumplirá una profecía y una tradición. Tu derecho, niño, a ser muy feliz.
-BESOS-
0 comentarios:
Publicar un comentario