viernes, 8 de febrero de 2013

- EL ANDADOR -



No. Que nadie se anticipe o yerre. No me refiero a un hombre que camina o que marcha por las calles. No. Se trata, el andador, de un artefacto el cual permite desplazarse a las personas con escasa movilidad. Por ejemplo, a los viejitos como mi madre.
Llevaba mi maravillosa niña grande, unos días, con poca concentración y alegría. Se acababa un ciclo de su vida testaruda. Cada vez podía andar menos, y el bastón no le era de seguridad. Y yo, aunque presumo de ser un hombre fuerte, reconozco que llevar contínuamente el peso de mi madre guiándola a todos los sitios, era y es realmente agotador.
Sí. Mi madre necesitaba algo más. Una nueva etapa y una cierta sorpresa novedosa. Un regalo de mi corazón. Por éso, la he llevado a una ortopedia que hay cerca de casa, y la he entrado con la silla de ruedas.
- "Mira, mamá. Es ésto. Se llaman andadores y te irán muy bien. ¿Cuál te gusta más? ..."
- "Ninguno, hijo! Éso, no me gusta y no me hace gracia ..."
La dependienta de la ortopedia, me miraba con una curiosa sonrisa. Alta, rubia, con aspecto casi nórdico, todavía joven, con mundo, e intuyo por su modo de hablar que con muchos conocimientos de las técnicas y de los productos ortopédicos. Se posicionaba con seguridad y aplomo. Y, muy pronto, se ha hecho con la psicología de mi madre. Y le ha dicho: -"Venga, señora. Anímese. Es fácil. Solo tiene que observarme a mí cómo me desplazo con el andador. ¡Vea, vea! ..."
Mi madre, le ha dicho que no lo comprábamos y con gran timidez. Pero yo le he hablado a la dependienta con enorme convicción y le he dicho que me lo llevaba, porque le veía mucha utilidad para mi madre tal aparato. Y, rápidamente, le he abonado la cantidad, he adquirido el producto, y asunto cerrado.
Mi madre guardaba un silencio interesante. Por una parte, no le hacía la menor gracia tener que enfrentarse al aparato desconocido por muy bien que se le dijera que le fuese a venir. Pero, por otro lado, mi viejita se sentía grata por mi decisión de la compra, por mi seguridad, y por haber pensado en élla. Además, lo que no quiere mi madre es quitarme la ilusión. Como admitiendo la idea, para que su niño estuviese contento y feliz. No deseaba     ser     una    aguafiestas. Y además, como dice un refrán español: "A caballo regalado, no le mires el diente" O, algo así ...
Mi madre ha premiado mi detalle con su silencio de aceptación, y yo he volado más que corrido para la casa, no fuera a ser que mi tesoro se arrepintiera y se ajara toda la aventura. Y, aprovechando la situación, se me ha ocurrido un juego desdramatizador de seducción tierna.
El juego consistía en quitarle hierro a las cosas, y ponerme a jugar yo como un niño pequeño con el andador. Y como a las madres les gusta que sus niños jueguen, entonces me miraba sonriente y entretenida. Y, de paso, al mirarme, aprendía los movimientos que tocan para poder manejarse con el citado utensilio, y así luchar contra su obesidad y potenciar  con   el ejercicio su salud general. Su vitalidad y conciencia.
El andador, dará aliciente a las situaciones. Habrá riesgo, pero también placer. Quizás mi madre vuelva a poder pensar que ya es un poco más libre en la vida, y se acerque de nuevo a la ventana para ver quién pasa y quién vuelve, que es una cosa que siempre le ha gustado y entretenido mucho más que la tele o la compañía y charla de los demás.
Sí. El andador será todo un reto. Pero, la ayudará. Será un intercambio de cariño. Yo le daré aventura, y ella me sabrá fiel y orgulloso de saber que he pensado con generosidad. Estoy seguro de que le vencerá finalmente el optimismo, y que su cabeza senil reabrirá impulsos bien alentadores.
Pero también sé que tendrá ratos de furia, que dirá que el andador es un trasto inútil que no sirve para nada, y que me pedirá que guarde el aparato y que por favor no se lo muestre más.
Sigue mi reto. Es una apuesta arriesgada, pero llena de afecto. Tendré días de paz y otros de mucha guerra. Mi madre quiere tener una senectud con aroma a eterna juventud, y éso no le gustará. Si tiene dos piernas aunque apenas le valgan, ¿para qué el andador? ...Y yo guardaré  bastante silencio, le daré besos, y le haré ver que solo es un juego necesario.
-COMO QUIZÁS LA VIDA-

0 comentarios:

Publicar un comentario