Mira, Vane, ya, ya sabes que a mí no me gusta que me marquen las fechas del calendario el tiempo de mis impulsos y de mis afectos. Sabes que me importa un pito lo que ponga el almanaque y que no creo nada de eso de San Valentín, y que para mí todo es un cuento y una excusa para hacer caja y negocio.
Pero, mira, Vane, a veces los impulsos que son sinceros pueden ser hasta cursis y sin lógica. Como el amor que sabes que te tengo, y que está ahí, y que no hay que explicárselo ni meterle intelecto, ni hacer tesinas doctorales al respecto. Hace unos meses que surgió, y está ahí ...
Catorce de Febrero va a ser. El día de los enamorados que dicen, Vane. Como todos los años. Y quizás me veas contradictorio y hasta extraño, pero hoy te he traído esto.
¿Lo ves? Se me ocurrió ayer mientras caminaba por una calle en la que había una bonita floristería. La vi. Vi la flor, y pensé en tí, y en tus besos y en tu todo, Vane. No fue San Valentín, ni esoterismos pijos, ni snobismos pasados de dulce. No. Fuiste tú, Vane. Fue el amor que te tengo, que te profeso, que me hace soñar y tirar hacia adelante, y que me tiene preso de felicidad.
Cuando te veo, cuando disfruto de tus gestos y de tus manos, de tu naturalidad de mujer que igualmente me quiere, cuando te siento cerca y te miro a los ojos, entonces pasan sentimientos por aquí adentro que la palabra no sabe decir y que no hay vocabulario que los descifre. Es un enigma todo, Vane, pero un misterio maravilloso que me llena y que me traspasa el corazón. Sí. Como las flechas del Cupido ese. Como si estuviera en un cuento que se llama realidad, y como si lo real y cotidiano se elevara a la categoría de poesía y de aroma de mujer. De tu aroma, Vane ...
Mira, amor. Te confieso que estuve tentado de comprarte una colonia que sé que te pones y que te gusta mucho. Pero lo vi prosaico y recurrente. En cambio, esta flor roja ... ¿La ves, Vanesa?
Es algo natural, que no se sabe por qué ha brotado en la primavera o en la estación del año que le ha dado la gana, y que ha sido libre y feliz saliendo de entre el verde anodino de unas hojas de planta.
Te he traído esto, Vane. Y, no llores, aunque sea de alegría. Porque yo quiero ser duro y machote, y nunca un juglar repipi y hasta casi bobalicón y moñas. No hay nadie más que tú. Todo eres tú. La luna y el sol son tú, los mares embravecidos y las encalmadas son tú, porque tú eres el centro de mis sueños, y tus cabellos son el corazón de mis manos, y tus labios son el medio abierto de mi deseo. De nuestro deseo.
No quería estas cosas, pero hoy te he traído esto. Esta flor roja de pasión brillante y para tí, y para que aunque se marchite la recuerdes siempre, y para que aunque nos riamos del día del amor de las parejas sea una risa potente y franca, natural, sincera, auténtica, nuestra y llena de cariño.
Sé que te gustará esta flor, y que te gusta, y que te ha gustado, Vane. Porque me lo dicen tus ojos y tu silencio de calor, tu roce y tu quietud, tu ternura y tu femineidad, tu amor correspondido y tu aplauso de mi ocurrencia.
Y ahora, Vane, déjame volver a ser el tipo rudo que suele eludir el tiempo de las lindezas y de las velas, porque soy más extremadamente tímido que un niño. Y como ya estoy diciendo demasiadas cosas y hablando más de la cuenta, entonces me callo y tú me dirás solo si quieres, Vane. ¿Te ha gustado la anécdota de la flor, cariño? ...
- Sí. Me ha gustado. Y me ha enamorado, Juan. Como los dos estamos ...
-GRACIAS Y BÉSAME-
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