Totalmente atado a una cuerdas, parecía que la desdicha de Mel Bicks se consumaba. Sus agresores le habían reducido a una anécdota perdida, y enterrado su cuerpo en un lugar de bien difícil acceso.
Bicks, era duro. Y cuando se sintió totalmente desamparado, repasó entre su conciencia la película de su vida. Y algo en su cabeza, se rebeló. Éste, no era un final decoroso. ¿Qué había hecho él para merecer semejante indignidad? ...
Una enorme piedra cayó a su lado, y generó una oquedad. Sería uno de esos meteoros que escapan milagrosamente al efecto destrucción del contacto con el planeta. El caso es que Bicks sintió y percibió oxígeno. Sí. Le llegaba algo para respirar. Como si de los cielos y de las galaxias lejanas y amenazadoras, un golpe de mano salvador le hubiera dado una segunda oportunidad. Opciones.
Los ojos de Mel Bicks comenzaron a moverse y hasta a brillar. Una de las cuerdas que rodeaban su cuerpo por competo, había sido alcanzada por la enorme roca que procedía de nunca se sabe dónde.
Pero Bicks no lograba su objetivo. Aunque el oxígeno le daba pausas en su desesperado intento por zafarse de las cuerdas, no lograba nada relevante. Únicamente, unos leves movimientos fútiles y desafortunados.
La cabeza de Mel Bicks, procesó más datos. Además de su tremenda dificultad y traba física, habían bastantes más cosas. Sí. Su mente estaba llena de de miedo y de negatividad. No se lo creía. No lograba tener la convicción de lograrlo. Las dudas, eran tan potentes como las tremendas cuerdas.
Fuego. De repente, el hombre olió humo. La piedra enorme y salvadora había generado con el impacto, un fuego. Y, ése fuego, se añadía a su adversidad. Ahora Bicks podía morir de distintas formas. Quemado, ahogado, de infarto por sobreesfuerzo, y de otros diversos etcéteras ...
El olor a humo, parecía avanzar hacia él cual guadaña de muerte, y entonces notó como un extraño frescor de aliviada humedad. Arriba, una tremenda tormenta de agua, en contacto con las substancias ígneas del meteoro, iba generando otras pequeñas explosiones que abrían inevitablemente nuevos huecos y nuevas fisuras en la tierra,
Agua. Agua de la vida. Y tierra, y fuego, y de todo. Y Bicks atrapado entre unas cuerdas terribles. Mas el hombre, no lloró. Siguió respirando todo lo profundamente que podía. Hasta que una segunda cuerda, cedió y se separó de su cuerpo. Empezaba un camino de azar.
Bicks comenzó a moverse con sinuosidad y más decisión. Y notó que empezaba a dominar la situación. Casi sin saber cómo, se libró de sus terribles cuerdas, y logró izarse ligeramente a pesar de las heridas que le daban sangre y un tremendo dolor. Y cuando pudo ponerse de pie, cayó a una nueva oquedad en la que igualmente había oxígeno. La tromba de agua, parecía ceder. Pero estaba todo embarrado, y la tierra se había ablandado.
Bicks, sonrió. Podría salir. Podría dejar atrás aquella terrible tenaza de trampa. Aprovechó para hacerse sitio entre las grietas, y vio luz. Sí. La salida estaba ahí. Más cerca. A punto, de ser descubierta por los dedos de sus ansiosas manos ...
Pero cuando fue a sacar la cabeza, la retiró presto. Un puñado de perros, le ladraban con todas las peores intenciones. Falsa alarma. Aquello estaba plagado de policías. Eran perros de agentes policiales que inspeccionaban el origen y el lugar de las oquedades, y dichos policías especulaban acerca del impacto del gran pedrusco estelar y viajero. Llevaban máscaras y ropa de protección.
La ciencia, le había salvado. Mel Bicks comenzó a gritar como un poseso. Los perros potenciaron sus ladridos, y los policías le detectaron y hasta pensaron si podía tratarse de un extraterrestre. Finalmente, le sacaron de allí.
Nunca se pudo detener a los malhechores que le habían robado y atado, y que habían estado a punto de darle muerte. No. Bicks, hizo énfasis en la suerte y en su azar. Y solo pensó en aprovechar todo lo que la vida le iría marcando. Un efecto del espacio azaroso, se lo mandaba. Las cuerdas de su muerte solo eran ya un mal recuerdo. Ahora, solo la vida importaba.
-SOLO LA VIDA-
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