lunes, 4 de febrero de 2013

- MI PLANTA OLVIDADA -



Tras la ventana del pequeño cuarto de la casa de mi hermano, ha tiempo que yo deposité una planta de esas fuertes y resistentes, pero que no tiene flores.
Y, os confieso, que a pesar del tremendo amor que yo les tengo a las plantas, ésta de la que os hablo no enciende mi amor ni mi vida.
Pasa indiferente, parece no existir, no me excita la curiosidad, y está en el abandono sincero de la supervivencia pura. No me acuerdo apenas de que está y existe.
En cambio, las plantas que se hallan en mi casa, reciben todo mi saludo, atención, y están llenas de sol. Es evidente, pues, que saludo a las plantas del balcón de mi casa mía con una actitud de calor y sangre, la cual me brota de mi sincero corazón.
Sí. Hoy me ha venido el leve impulso del recuerdo de esa planta que no me dice mucho, pero  a la cual respeto. Sé que está ahí, que no le hace daño a nadie, que está bien que esté, que tiene derecho a estar viva, y que no pienso quitarla de donde se halla. Pero, es verdad, que esa planta no tiene ni mi calor, ni mi entusiasmo, ni me llama su ser, ni me entusiasma el prestarle la atención que toda planta precisa para seguir viva.
Hasta el punto ha llegado mi indiferencia para con élla, que no la riego, no la ofrezco cuidados, ni le paso la mano con ternura sobre sus hojas y tallos. Incluso he llegado a pensar si ya se habría secado. Pero, no. Mi planta olvidada sigue casi milagrosamente viva, e irguiéndose hacia arriba irreductible y sola. Tremendamente sola.
Soy muy injusto con ella. Pero todo, quizás, responda a un momento determinado en mi proceso de crecer. Porque cuando me traje esa fuerte planta desde mi casa hasta la de mi hermano, lo único que hacía era intentar trasladar con su presencia un poco de mí y de mi casa al nuevo y triste lar.
Ahora ya sé que la casa de mi hermano no me interesa en absoluto. Por mil razones. Pero, por encima de todas, es que lo que quiero es esta otra casa, desde la que os escribo y os beso de modo cotidiano y cordial. Ya no quiero trasladarme o refugiar mi deseo en ningún sitio que no sea la casa mía.
Quiero, mi casa. Estar aquí, disfrutar y desarrollar todo mi nuevo tiempo de crear, al lado de mis paredes viejas y entrañables. Mías, personales, y de mi patrimonio propio de cuna y raíz.
Solo estoy en la casa en donde mora mi madre, para darle todo el calor, compañía y cuidados que mi niña traviesa y debilucha precisa. Estoy en aquella casa, de transición y coyuntura, porque mi madre ya no puede estar aquí en donde está la luz y la vida, y ha de estar en un callejón cerrado en donde la gente hace todo lo posible por no conocerse, y por un estilo de vida que tamizan la oscuridad y los nuevos tiempos. Estoy en casa de mi hermano porque quiero más que demasiado a la madre que me parió. Y, nada más ...
En cuanto llega mi tiempo, mi vida, o mis escasas horas de descanso, entonces cruzo la Gran Vía valenciana, y me vengo aquí. Y siento que tengo todo el derecho a estar en mí conmigo asumiendo mi verdad y mi tiempo, y soñando con un futuro real que labro con tesón y hasta modesta ambición. Con sol y ganas.
La planta olvidada de la ventana de aquel triste y oscuro cuarto de la casa de mi hermano, no sé qué pensará de mí. No sé si dirá que la he traicionado o deslocalizado y para nada, o cuáles serán sus pareceres acerca de mi persona. Porque, seguro que el reino botánico y vegetal tiene también sus sentimientos. Todos los sentimientos de los reinos de todos los seres vivos.
Yo espero que me dé tiempo, y que cuando mi madre me deje, todavía esa planta sin apenas cuidados, siga viva y coleando. Y, si logra sobrevivir ante mi falta de besos, entonces la tomaré entre mis brazos y ya no la olvidaré jamás. Y le daré un homenaje, y no sé si me la traeré a casa, o si me dará dolor dejarla del todo abandonada en aquel lugar que no me gusta absolutamente nada.
Haga lo que haga con ella, nunca la tiraré a la basura, ni la romperé, ni la haré daño. Ella no tiene culpa de mi dolor de huesos de mi crecer desesperado y necesario. Pero sé que me hará daño verla, y que nunca podré disfrutar alegre de su ser.
-QUIZÁS LA DONE O REGALE-

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