sábado, 1 de septiembre de 2012

- ADICTO AL INTERNET -



A Alfonso le duelen los ojos, pero es igual. Delante de él, tiene la burbuja que necesita para no ser social. No. No quiere relacionarse con nadie ...
Alfonso está atrapado. Lleva días pegado a la pantalla de su ordenador. Está, como parado o hipnotizado. No quiere ver especialmente a nadie. El porqué, es algo que se le escapa    a  sí mismo.
Le llaman por teléfono y no lo quiere coger, y se le hace un mundo el levantarse de la silla e irse a dar un paseo. Es la hora de ir al cine, pero Alfonso apura y apura sin saber muy bien, hasta el último de sus movimientos. Su cabeza no rige bien, y el hombre no sabe sospecharlo. No reacciona. Sigue ahí con todo por hacer.
Alfonso está escondido. Le preocupa ser el sujeto activo de sí mismo. Tiene miedo al rechazo social, y se ha adentrado en una extraña cueva. Y es tan así, que si le cogieran con fuerza de uno de sus brazos y tirasen de él, el hombre pondría férrea resistencia sin saber bien   el porqué. Pero, la pondría ...
Porque a Alfonso nadie le va a sacar, así como así, de la fácil y hasta tontorrona pantalla. Allí tiene información y relaciones con mujeres de la edad que desee, y sin el menor compromiso por verlas.
Sí. Alfonso está aferrado a un mundo desequilibrado y excesivo. Es preciso que se haga algo con él. O empezará a tener problemas más que evidentes.
Alfonso no tolera que le metan un virus en el ordenador. Cuando algún vil pirata lo hace, se pone como una fiera y baja rápidamente al primer cyber que encuentra       para    seguir  conectado. Y desde allí, logra el teléfono de un informático de veinticuatro horas, y pagando el dinero que haga falta, lo tiene en casa en menos de una hora. Y si se ha   de    llevársele el aparato para ser arreglado, entonces Alfonso le ruega al informático que durante el tiempo de reparación, le deje uno substitutorio y temporal. ¡Por favor! ...
No puede. Alfonso no sabe salir de su mundo extraño. Es un adicto, de catón. Ha matado toda su vida exterior, no le interesa la verdad de los demás, su rictus es adusto y se desmejora día a día, pero a él parece serle indiferente.
Solo hay una forma de que a Alfonso le deje de atacar el internet. Cuando comienza a dolerle la cabeza, y cuando nota que se le cierran los ojos. Así es que duerme unas horas, pero las primeras luces del alba le sorprenden con el ordenador encendido. Además, para que sus vecinos nada sospechen, ha adquirido un teclado de esos que no hacen ruído    al    ser  tecleados.
En realidad, no es tan problemático el ruído para Alfonso como él piensa. Porque lo único que hace, es buscar páginas y más páginas, y mirar como un bobo todas las imágenes que salen.
Sí. El mundo real, no existe para el hombre adicto. Ni se plantea el mundo auténtico, ni va al cine, ni baja al bar, ni se apunta a ninguna asociación cultural, ni se toma en serio   el  fenómeno de los chats, ni escribe en ningún blog, ni siente pena ni alegría por las noticias que lee, y cada vez todo le importa menos ...
Muchas veces olvida la fecha en la que está, su nombre, el trino de los pájaros, los horarios de las comidas, y hasta que tiene un amor. Sí. El internet le hace indiferente incluso hacia su querida Rosa. Cada vez la ve menos a causa de los viajes de su esposa, y cuando la observa casi a diario desde la web cam disimula Alfonso todo lo que puede, porque lo único que desea es que desaparezca de su vista.
-SI TE PASA ALGO ASÍ, PIDE AYUDA-

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