Ya viejita, poquita cosa, gallega, y con una enorme personalidad, la periodista María Antonia Iglesias recibe el paso del tiempo y está sometida actualmente a diálisis, claramente desmejorada, y algo paralizado su cuerpo.
Su cabeza, es otra cosa. Con una lucidez fantástica, María Antonia acude a la actualidad cotidiana con una presteza y puntería nada usuales. Es, y ha sido, una de las mejores periodistas de este país español. Seguramente, la mejor.
Escuchar cómo argumenta, es una auténtica gozada. De apariencia seca, clara y sin concesiones, esconde una enorme ternura. Creyente, y a la vez manteniendo una posición de izquierdas, crítica y eficaz. Es una especialista en desmontar entuertos. Le apasiona la polémica con chicha, desprecia la obviedad y la trivialidad, y arrea con la fuerza de un gorila del peso pesado.
La Iglesias habla del gran fracaso de la política, desmenuza sus argumentos en tono didáctico y a la vez solo para gente talentosa, y sus detractores le dicen absolutamente de todo.
María Antonia es una guerrera que dignifica la profesión del periodismo y le da nivel. Es vida con palabras y letras, y se da cuenta de lo que significa la palabra responsabilidad en políticos y en colegas de la profesión. En todos ...
Detrás de su dureza, hay rigor. Tras cada pregunta incisiva y tras el comentario más directo a la parte sensible, se da cuenta de que tras una pose y un discurso hay un ser humano. No odia a nadie. Puede rechazarte o no darte crédito ninguno, pero no te aparta ni excluye. Esa es su máxima personal. Que está todo, que hay mil matices y también la necesidad de tomar una posición clara y no esconderse tras el pragmatismo facilón.
Si es necesario, y a pesar de ser creyente, se enfrenta al cardenal Rouco y le dice lo que piensa, con fuerza pero con respeto. Ella se sabe fuerte y domina las grandes psicologías de los hombres del Poder. Pero, para hacer éso, ha de tenerse una capacidad de análisis especial y de extrema elevación. El que, María Antonia, tiene.
Es un tanque, una mosquita muerta aparente, hasta que la dejas que hable y te suelta unos hachazos de argumentación que te dejan con la boca abierta. Pero nunca se cebará con nadie. Siempre, el factor humano ...
Apasionada, vehemente, impulsiva y soldado del periodismo, María Antonia Iglesias es un ejemplo para las chicas y mujeres de su generación y de las siguientes generaciones. Porque es valiente y respetada, porque encaja el golpe al mentón, respeta a su válido oponente, y luego le suelta un elegante y elaborado mamporro que lo desactiva.
Ha lidiado con Felipe, con Pujol, con Fraga, y con todo lo que se ha movido y se moverá. Toda ella es vocación, verdad propia y vitalidad. Pone el corazón y con convicción en todo aquello que afirma, y ama los terrenos abruptos y difíciles, porque sabe que el reto te lleva a la satisfacción laboriosa del deber cumplido. Limpia conciencia.
Talento de sobras, lucidez, viva en vida, hablando sin tapujos del dolor y del placer, florituras las justas, y la realidad bien real. Tengo la satisfacción en María Antonia, de poder disfrutar de su clase y talento. De mayor quiero ser como ella.
- ¡UN BESO, MAESTRA! -
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