Cuando no hay Estado, cuando la exclusión genera otros mundos y otros contextos, entonces aparecen otros modos de relación e interacción.
Cuando la gente no tiene nada, entonces hace por rescatar de entre las cenizas estructurales su propia tribu inexacta y frágil de supervivencia.
En los suburbios, está la flaqueza del amor. Cuando la marginalidad campa a su suerte, y la oficialidad afirma que todo eso no es de su incumbencia, también pasan muchas cosas y absolutamente rotas y desordenadas. Abruptas, y reales.
En ese mundo de supervivencia y sobresalto, no es lo más importante la aspiración a ser feliz. No. En el mundo inexacto, no existe ni es el tiempo de la paz. Y sus supervivientes, riñen, se toleran, se agradecen, odian, se temen, y casi nunca se se paran a pensar cosas imposibles y del bienestar.
Se abre a manotazos y patadas una puerta, y puede ser a cualquier hora del día y de la noche. Hay gritos desgarradores, peleas contínuas, y los besos reales de las no familias y sí pandillas, son substituídos por el opio y el comercio de las drogas. Un pico de veneno adictivo, puede ser el equivalente a un picnic en la sociedad bien y también real. Coexistente.
En ese submundo que genera la sociedad de la cumbre piramidal, se camina, se crea, se salta, se danza, se emociona, se hace el amor, y se odia a todo lo rival. Y lo social es menos posible, y el agravio llega fácil, y las gentes lloran por adentro, y hay una cantidad de delincuencia que se transmite en el éter del contexto, y las putas disimulan raramente que lo son. Sus hijos deben comer, sus maridos cometen muchos errores, y sus chulos sacan las navajas y las pistolas, y dejan demasiada sangre a su alrededor. Y los puteros, y en el paro, son ahí multitud. Y, consecuencia del desamor.
Frente a las porras oficiales que les persiguen a rajatabla y legalmente sus audacias incorrectas de supervivencia, se imponen unos ciertos consensos de violencia, y a la vez de amor altruísta. Hay gente que viene de afuera que no son de éll@s, los cuales les apoyan, les dan ánimos, y también oraciones y bastantes besos reales.
En medio de los lugares rotos y llenos de roedores que pare la suciedad y el pluriabandono, aunque los perros vagan solos y con poco afecto, también los niños se inventan los juegos, y las almas caritativas hacen de mediadores y se juegan el pellejo y la estabilidad, así como la integridad personal. El mundo del pozo marginal, es una selva descarnada en la que todo salpica a todos.
Es buena la religión ahí más que en otro sitio, vale ser sinceros aunque sea a gritos los unos a los otros, los curas arriesgados les hacen unos rezos y unas misas, y las asistentas sociales se pegan de leches con las autoridades en busca de una limosna que les camufle y haga saber que también los desheredados de la Tierra tienen derechos humanos. Porque, lo son ...
En el gran fracaso de la ciudad rota, se lucha por un cobijo, por un techo, por un simple interior, o por una mísera y necesaria tenencia. En esa guerra de espanto que el Poder tolera por comodón, y que cada vez pelea menos en su erradicación, la vida es una zozobra vulnerable en donde nunca están los poetas, ni los filósofos abstractos o parlanchines. Jamás, el asfalto de la justicia ...
Nunca. Es, el mundo silencioso que nos hacen ver que no existe, y al que siempre se llega tarde aposta porque en el gran maquillaje del progreso nunca debe pasar una excesiva nada. Lo malo es, que la nada está cada vez más centrada y proveniente de los ricos y sin escrúpulos, los cuales no desean ponerse las lentes de la sensatez y de la solidaridad. Pero la realidad no se anda con eufemismos.
-TODO ESE MUNDO, ESTÁ AHÍ-
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