La ciudadora de la vieja Luisa, es realmente atractiva. Tiene cuarenta años, es bella, muy laboriosa, correcta, eficaz, y en sus ojos hay un borbotón de misterio.
La pobre Luisa, ya no tiene capacidad de observación. Bien poca vitalidad. Lo único que le interesa a la anciana, es que no le falten sus comidas ni sus medicaciones. Todo lo demás, parece resbalarla ...
Su cuidadora, de nombre Ankria, tiene muchas facetas que pocos pueden conocer. Tiene papeles, es española nacionalizada, domina varios idiomas, y es seca y apenas tiene relación con el vecindario. Educada, exquisita y quizás un tanto heterodoxa.
La sorpresa de Ankria, estalla cuando Luisa está de espaldas a élla, o simplemente en otra estancia de la casa, en la cual la cuidadora no puede ser visible por nadie.
Es entonces cuando la turco-española Ankria, se sienta delante del espejo, y se pone a maquillar sus ojos, se pinta los labios con los colores más inusuales, juega con unas pestañas postizas que tiene, y sobre todo, se dispone a hacer las muecas más extrañas.
Sí. Ankria se hace la actriz de miedo, y elabora todo un abanico de semblantes inesperados en donde se incluyen los terroríficos. Abre y cierra compulsivamente los brazos, sube y baja su cabeza con estrépito, se pone de repente demasiado seria, hace gestos como de kárate con las manos, emula a las traductoras de sordos, abre su boca de modo sensual, aprieta los dientes, y juega a situaciones que nunca se esperaría de una cuidadora tan educada y prestigiosa como ella.
Es como si tuviera un alter ego en sí misma. Un otro yo. Una personalidad presuntamente esquizoide, que escapar pudiese de las atalayas médicas. Pero, quizás, Ankria solo esté comediando un ser inexistente y de cariz burlón. Inteligencia de ironía, de sobras que tiene la bella Ankria ...
La vieja Luisa convive bastante a gusto con Ankria porque ambas suelen evitarse, y apenas hablan entre sí. Ha sido un pacto tácito y hasta implícito. Pronto se dieron cuenta, de que sus caracteres respectivos serían totalmente incompatibles. Y el secreto del éxito de la relación en la casa solitaria y en donde nunca la familia de Luisa está, es precisamente la cortesía, y la distancia prudente y necesaria.
Lo que no sabe la vieja Luisa ni puede sospechar, es que su cuidadora Ankria tiene más sorpresas guardadas en el zurrón de su misterio de sorpresa.
Sí. A Ankria le encantan las mujeres, el vino y el masaje. Pero, tiene muchas más aficiones. Las heredó y le provienen, de los tiempos de la guerra que marcaron su precaria y casi inexistente niñez.
Cuando cae la noche y los ojos de la viejita Luisa se cierran hasta por lo menos el alba, Ankria se despide con un frío "buenas noches", y se encierra de nuevo en su cuarto.
Y, entonces, es en Ankria el más difícil todavía. Porque tiene dos maletas escondidas estratégicamente, que cuando se abre te dejan perplejo. Extrae de dichas maletas, dagas, cuchillos, clavos, pequeñas sierras, tachas, y decenas de instrumentos alargados, amenazadores y cortantes.
Cuando la luna llena de las emociones arrebatadas dispara los resortes de la sensatez de Ankria, entonces la mujer atrae los objetos peligrosos hacia sí, y tapándose fuertemente los labios y conteniéndose el dolor, se acerca a la piel dichos objetos haciéndose heridas incisas, teniendo cuidado de que la sangre nunca sea detectada. ¿Es Ankria acaso masoquista? ...
- ¿POR QUÉ HARÁ ÉSO? -
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