domingo, 7 de enero de 2024

- EL SENTIDO CARENTE. -



No veo. Soy ciego. Estoy ciego. Nací ciego. Nunca vi. En los primeros instantes, me extrañaban las cosas. Porque los demás sí que se veían entre sí. Y como el tiempo pasa volando, antes de que mi madre me hablara del asunto, yo ya sabía que lo mío no era habitual. Y por tanto, todo fue más fácil y apenas hubo trauma. Lo que hubo, fue realidad.

No lo creerás. Pero descubrir a los otros careciendo del sentido visual, es hasta apasionante. Yo, desde siempre, he sentido una enorme curiosidad por conocer el mundo. Las formas, las dimensiones, las texturas, los rictus, las expresiones, el fenomenal y personalísimo mundo de los silencios ajenos, y tratar de compensar mi tara con toda la exuberancia y fuerza posible.

Con las manos y de niño, tocaba las paredes, y el suelo, y la cara de mi madre, y la de mi padre y hermanos, y acariciarlo todo para así poder descubrirlo y mucho mejor. El tacto me ha ayudado mucho. Que no os engañen. El tacto es más importante o más que el oído o o el olfato. Aunque el oler es muy orientativo, el tacto es matemática y todo el rigor.

Me llamo Sepp y estoy en la cincuentena de la vida. Vine al mundo en la industrial Wolfsburg, y como era tan voraz y precoz en la detección de los conceptos y sucederes, recuerdo que me gustaba sorprender a los míos y levantarme bien temprano. A pesar de que no podía admirar la maravillosa salida de las luces y del sol, yo necesitaba descubrir, imaginar y hasta crear mis propias percepciones.

Fue todo lo físico bastante precoz en mí.  Me refiero al cuerpo. Me hice un joven mocetón, alto y fuerte como mi padre, y genéticamente heredé de él una gran fortaleza. Mi padre era muy grandote, y hasta había sido boxeador amateur. Mi madre fue modelo de pasarela, y cuando le llegaron las primeras arrugas, decidió quedarse en la casa porque temía que mi ceguera me hiciera siempre demasiado vulnerable. Y a ratos, daba clases particulares a los jóvenes inmigrantes que llegaban a mi país. Y así contribuía a fortalecer más la economía familiar. Afortunadamente, nunca tuvimos esa preocupación. Mi padre trabajaba en la Volkswagen, y el dinero llegaba con más que suficiencia al final del mes.

Llevado por mi afán imparable de estudiar y de saber, logré sacarme los títulos de Psicología y hasta de Sociología. Y había algo que no me encajaba. Que al principio, no lograba entender demasiado. Y es, que siempre habían mujeres a mi alrededor. Niñas, más tarde jóvenes, y luego de todas las edades.

La verdad es que los míos me decían que yo era extraordinariamente guapo. Y, además, soy de esos ciegos que no tienen cara de poder serlo. Tengo cara de vidente. Y eso muchas veces es un inconveniente, porque creen que ves, te tratan como tal, y al interpretar mal mi mirada puede ocurrir que crean que eres un mirón o que le estés mirando a los ojos o a las piernas a cualquier persona cuando no es así. Es imposible que sea así. No veo nada.

¿Por qué siempre estaba rodeado de mujeres? Yo, ya lo sospechaba. Pero mi santa madre me lo confirmó. Me dijo que yo era poseedor de una belleza casi salvaje, con mi pelo moreno, mis ojos de color verde, mis labios carnosos, y una prodigiosa y afortunada por otra parte, sonrisa masculina.

A veces, cuando se acercaban mis amigas, invadían mi espacio, y  a alguna y alguno se le fueron las manos a mis piernas, además de las consabidas palmadas de ánimos y afecto, o de los toques habituales en mis hombros armoniosos y atractivos.

Tuve muchas novias. Videntes y no videntes. Se me conocía como "el ciego irresistible", y ello me dio para reflexionar acerca de la fuerza estética y del inicial instinto. Muchas chicas y mujeres más mayores, me decían directamente que les gustaría ser mi pareja o pasar una noche de sexo conmigo. Les daba morbo amar a un cuerpo hermoso sin ser vistas. O, algo así ...

Pero yo era,-y soy-, muy romántico y además exigente. Parecía todo paradójico. Yo estaba ciego,- lo estoy-, y quería un amor potente y verdadero. No quería una dama auxiliar que me guiara por el mundo en las etapas diferentes del crecer y del vivir, sino que la mujer o mujeres que estuviesen conmigo, me quisieran exactamente igual que si estuvieran con alguien que careciese de problemas visuales ni de ningún tipo.

¿Cómo saber si la chica que se acercaba a mí, lo haría realmente por amor? ... Además, yo era simpaticote y me gustaba contar cosas de risa, y tumbar ideas de pensadores y de filósofos a través de mi palique y de mi ingenio. Mirad. Si se reían a carcajadas, entonces las chicas no eran de fiar, pero si solo sonreían despacito, eso era y es señal de que les había hecho gracia de verdad.

Me gustaba ser heterodoxo y un cachondo. Sin hacer daño a los demás, me agradaba que se produjeran situaciones inéditas, porque lo previsible me producía un tedio tan potente que lograba ponerme hasta de mal humor. Por cierto, que no he dicho a lo que me dedicaba y me dedico. Que es, a muchas cosas. Soy profesor, escribo, hago alguna que otra conferencia, y siempre me encanta estar con los amigos. A mi bastón le llamo "Can", y a mi perro guía le bauticé como "Cayado". Así, la gente siempre sonríe al verme. Aunque sé que no me comprenden y piensan que soy un pobre desgraciado, el cual ha tenido la peor de las desgracias. Sé que en el fondo, piensan esto último ...

Me dijeron que había llegado a Berlin, una afamada mujer, de estas personas que afirman poseer dotes de videncia. Y que tal señora, en realidad era una falsa y una bruja, cuyo éxito internacional radicaba en lo extremadamente bella que se presentaba y anunciaba en los medios, y lo sexy que vestía. Se hacía llamar "Srlax".

- "¿Más guapa que yo, Werner?", le dije a uno de mis amigos.

- "¡Más aún!", me replicó el tal Werner, el cual era amigo mío desde la infancia.

Le dije que concertaría una cita de videncia con ella, y aduciría que buscaba un amor, si pronto lo encontraría, y todas esas cosas que se suelen preguntar en este tipo de gabinetes. La verdad es que la tarifa de la sesión con la mujer, era sumamente cara. Pero pudo más mi deseo de experimentar, y llevé a cabo mi travesura aunque ese mes no salí mucho de cenas y me apreté el cinturón.

Nunca he creído en estas cosas esotéricas. Soy de ciencia pura, y en realidad yo quería descubrir qué habría de personal y destacado en la psique de la vidente. Deseaba realmente conocer si era una estafadora al uso, si ella misma se creía sus discursos predictivos, y cosas así ...


Recuerdo su silencio al verme. Totalmente sorprendida. Debió pensar que sería más bajito y mucho más feo, y al principio no supo sino decir:

- "¡Oh! ¿Entonces es usted Sepp? ..."

- "El mismo, señora Srlax ..."

- "¡Encantada, Sepp! ¿Y qué desea preguntarme? ..."

- "Quiero saber si voy a tener pronto ese deseado amor con el que todos soñamos, o si he de esperar mucho aún ..."

- "Y, ¿cuántos años tienes, Sepp? ..."

- "Treinta y dos, señora Srlax ..."

- "Muy bien, Sepp ..."

Me miró largo tiempo. Después, me hizo barajar y barajar, cartas y más cartas. Hasta que finalmente me dijo que parara. Y me habló de nuevo:

- "La causa real de tu ceguera es un maleficio diabólico. Tal fuerte impacto del Maligno te hace no ver nada, y además te da el aspecto de hombre normal y de evidente atractivo ..."

A mí, me entró tal carcajada, que estuve varios minutos sin poder controlarme. La mujer se enfadó, y me indicó: 

- "¡No le consiento que se ría de mí, Sepp! ¡Debe irse y ahora de este despacho! ..."

- "¡Lo siento, jejejejeje, señora Srlax! Pero es que he pensado que igual es que en realidad el Maligno fuese muy guapo y ....  Je,je,je,je ..."

- "¡Fuera de mi consulta! ¡Ya! ¡Adiós! ...!

Pasó el tiempo, y lo gracioso es que la señora Srlax es una de mis mejores amigas. Es inteligente y tiene una excelente sentido del humor. Nunca hablo con ella de temas de videncia. Es importante obviarlo o perderíamos las amistades de nuevo. Un día, me dejó comprobar su belleza con mis manos. Tenían mucha razón los demás al hablar de su enorme atractivo...

Victoria Srlax me gusta. Ni ella ni yo creemos en el matrimonio. Pero todo el mundo nos dice que hacemos una muy buena pareja. Realmente me siento bien con ella, y ella conmigo. Creo que eso es amor. ¡La felicidad!

Somos la antítesis en el modo de pensar y de percibir el mundo, pero a mí me encanta tanto estar juntos que seguro que vamos a considerar seriamente la posibilidad de compartir un hogar. Me encanta eso de ser su poseído favorito ... Ella dice ver más de la cuenta, y yo no veo nada. Pero estar con ella es un encanto real.

Van pasando los años, llevamos veinte gozando de la mutua compañía y placer, y ya no pensamos tener descendencia. Mi madre ya es mayor y no la soporta. A mi padre le cae bastante mejor. Es problema de ellos.

-SRLAX Y YO SOMOS FELICES.-



 

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